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El barrio de las Hormigas

         A la guerra[1] le sigue la posguerra, y a la posguerra, la post-posguerra. Luego viene el olvido y, tradicionalmente de su mano, la preguerra. En España, mi generación pertenece al periodo de la post-posguerra que, por fortuna, es lo que más se parece a una época de paz. Gracias a la generación que nos precede, la de mis padres, pude conocer, de segunda mano, partes de la posguerra. Una serie de situaciones que, en mayor o menor medida, compartía con los amigos con los que crecí. Nuestros padres y madres venían de pueblos pequeños. Ellos habían venido a Zaragoza a hacer la mili y allí encontraron trabajo en cuanto la terminaron. Ellas habían llegado con sus familias y, con su saber hacer, lideraron un revolución que llevó a cabo la mayor conversión de familias de clase obrera a la burguesía de toda la historia.

       El barrio de las Hormigas (Yagruma Ediciones, 2017), de Antonio Pérez Martín-Tereso, es un libro delicioso, un retrato detallado de un barrio a las afueras de Madrid, cerca del pueblo de Hortaleza, en la época de la posguerra española. Dividido en pequeños cuentos cortos, el autor nos va contando sus recuerdos: cuenta cómo su padres y sus tíos compraron dos lotes vecinos  en unos terrenos que resultaron no tener permisos de edificación; cuenta cómo su padre encontró agua cavando un pozo en su parcela; relata el día en el que los vecinos decidieron cocer los ladrillos con los que cada uno construiría su propia casa…

       En un barrio tan humilde no faltaban los personajes pintorescos y a algunos de esos personajes van dedicados gran parte de los cuentos de la segunda mitad del libro. Para todos ellos, tiene el autor palabras de cariño, haciéndonos ver que cada uno de ellos forma parte del bestiario de su infancia y su adolescencia.

        La arquitectura de cada uno de los relatos es sencilla. De hecho, uno de los mayores atractivos del libro es su sencillez. Porque, cuando una historia es buena, cuando una historia es verdaderamente buena, no necesita ni fuegos de artificio ni traca final.

        De alguna manera, el barrio de las Hormigas no está tan lejos de los poblados del valle del Río Puerco a los que me referí en mi entrada de blog anterior (El oeste americano del valle del Río Puerco). Tampoco se aleja mucho de los pueblos españoles que fueron abandonados en la posguerra. Porque, aunque el barrio de las Hormigas todavía siga en pie, no es el mismo barrio del que habla el libro. El libro habla de un lugar del pasado, un lugar que ya no existe porque corresponde al estado en el que se encontraba cuando el autor era niño. Este hecho llena cada una de las páginas de un lirismo subterráneo al que se llega cavando hasta cierta profundidad, como cuando el padre del autor cavaba el pozo para obtener agua. Pero, en el último cuento, ese lirismo brota a borbotones y, es ahí, donde el autor destapa todos sus sentimientos.

        El barrio de las Hormigas es un libro sobre un lugar en un momento determinado de nuestra historia reciente. Pero, sobre todo, es un libro sobre las personas que hicieron de ese lugar una referencia vital para Antonio Pérez Martín-Tereso.

[1] No hay nada de «bello» en una guerra. Por eso, la mayoría de las lenguas romance prefirieron adoptar la palabra procedente del germánico werra, más agresiva, más onomatopéyica, más violenta que la palabra latina bellum, tan cercana formalmente de bellus que evolucionó en «bello».