Valdemoro en el cine

Valdemoro en el cine – Cine independiente

Valdemoro ha sido escenario de cerca de treinta largometrajes. Pudimos ver la plaza de la Constitución, llena de extras valdemoreños, en Orgullo y pasión (1957), mientras Sophia Loren bailaba flamenco bajo los atentos ojos de Frank Sinatra y Cary Grant; pudimos ver Valdemoro convertido en un pueblo uzbeko de la antigua Unión Soviética en una producción internacional, Más allá de las montañas (1967), una película dirigida por el polaco Alexander Ramati, autor también de la novela homónima; y pudimos ver el Salón de Sesiones del antiguo consistorio de Valdemoro en algunas de las escenas más importantes de la película española El turismo es un gran invento (1968), dirigida por Pedro Lazaga y protagonizada por Paco Martínez Sonia y José Luis López Vázquez.

Pero en Valdemoro han puesto los ojos, también, producciones cinematográficas y cineastas de carácter más alternativo e independiente. En nuestra localidad se filmó una película con guion de Jesús Franco, el cineasta independiente por antonomasia en España; vino a filmar a Valdemoro nada menos que Orson Welles, el enfant terrible (y luego más talludito y no tan enfant) de Hollywood; y, en el año 2000, nos visitó Karra Elejalde, actor de algunas de las producciones españolas más gamberras de los últimos veinte años, para dirigir su primer largometraje, Año Mariano.

La venganza del Zorro

Alrededor de la década de 1960, cuando las grandes productoras de Hollywood aún no se habían hecho con el control mundial de la distribución y de los derechos de proyección, los cineastas independientes podían estrenar en los centros de las mejores ciudades y competir con las grandes superproducciones de Hollywood. Para poder seguir su funcionamiento, los cines de barrio, por ejemplo, elegían entre grandes películas que se habían estrenado hacía meses (a veces, hasta años) o entre pequeñas producciones independientes con títulos rimbombantes que recordaban a grandes éxitos del pasado con los que atraían a los espectadores necesarios para poder sufragar la siguiente producción.

No tenemos que irnos tan lejos en el tiempo. En ciudades como Madrid o Zaragoza, hace veinte años, había una oferta cinematográfica un treinta por ciento más alta que en la actualidad. Es decir, puede que hubiera menos pantallas de cine disponibles que hoy en día, pero el espectador podía elegir entre muchas más películas. En la actualidad, los cines ofrecen más pantallas, pero, al repetirse las mismas películas en todas las multisalas, la oferta cinematográfica es menor. Una producción cinematográfica independiente o una película de bajo presupuesto tienen muy pocas posibilidades de ser proyectadas en los cines convencionales y, con suerte, sus opciones pasan por las filmotecas o los festivales de cine.

En muchos sentidos, es una pena. Porque, a pesar de algunos problemas de factura debido a su bajo presupuesto, cuando uno ve La venganza del zorro (1962), la película dirigida por Joaquín L. Romero Marchent que arranca en la plaza de la Constitución de Valdemoro (esta vez convertida en el centro de una población de California), se da cuenta de que puede competir, sin rubor, con muchas grandes superproducciones de Hollywood. La cinta contiene unas cuantas persecuciones a caballo, el número de disparos necesarios, las piruetas y la agilidad de un Zorro que trepa por los árboles y los edificios y el duelo a espada reglamentario con el malo en la última escena de la película. Todo ello salpicado con sabrosos diálogos escritos por un Jesús Franco en buena forma.

Para aquellos que no conozcan el nombre de Jesús Franco, aquí va mi pequeño homenaje a este cineasta independiente español. Estamos hablando del director de más de doscientas películas y del escritor de otros tantos guiones. Franco se formó como ayudante de dirección de Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga o del propio Joaquín L. Romero Marchent, director de La venganza del Zorro. Gracias a su experiencia y su conocimiento del inglés, trabajó con Orson Welles en Campanadas a medianoche. Los géneros favoritos de Jesús Franco eran el cine fantástico, la ciencia ficción y el cine de terror. Trabajaron en sus películas actores de la altura de Christopher Lee o Klaus Kinski. En 2009, recibió un Goya honorífico por toda su trayectoria profesional en el cine, como director, guionista, productor y compositor musical.

Jesús Franco no llegó a filmar oficialmente en Valdemoro como director. Sin embargo, llegó a tener una relación muy especial con un valdemoreño de nacimiento, Fernando García Morcillo. La carrera musical de García Morcillo fue larga. Nació en 1916. Miembro de una familia de músicos, fue director de la casa de discos RCA y dirigió numerosos programas musicales en directo para Radio Nacional de España y Radio Madrid. Fernando García Morcillo fue el compositor de numerosos temas del cancionero español contemporáneo, entre los que destacan La tuna compostelana y Mi vaca lechera. Sus canciones fueron interpretadas por María Dolores Pradera, Sara Montiel, Frank Sinatra y Carmen Sevilla (estos dos últimos habían estado en Valdemoro durante la filmación de Orgullo y pasión, pues Sinatra era uno de los protagonistas de la cinta y la tonadillera había ayudado a Sophia Loren a preparar la escena que tiene lugar en la plaza de la Constitución). En la década de 1940, el maestro Morcillo se dedicó a hacer música para la comedia musical y la revista. A partir de la década de 1950, comenzó a componer para el cine. Sus colaboraciones con Jesús Franco empezaron con la película El secreto del Dr. Orloff (1964) y Morcillo puso la banda sonora de, al menos, tres películas más de Franco. Su relación con el cine independiente no se limitó a la música que compuso para Jesús Franco. También trabajó en numerosas ocasiones con el director madrileño Paul Naschy (nombre artístico de Jacinto Molina Álvarez), más conocido por ser uno de los actores más elogiados internacionalmente por su interpretación del hombre lobo. Fernando García Morcillo fue también el compositor de la música de la mayoría de las películas del director José María Elorrieta. Casualmente, dos de ellas fueron filmadas parcialmente en Valdemoro: El milagro del sacristán (1954) y Torero por alegrías (1957).

En La venganza del zorro, de Joaquín L. Romero Marchent, la plaza de la Constitución de Valdemoro se reconoce fácilmente y se utiliza en varias ocasiones como espacio multiusos de la película. También cobra gran protagonismo la ermita del Cristo de la Salud (tanto por fuera como por dentro), pues es el lugar donde tiene lugar el asesinato que dispara toda la intriga de la película.

Una historia inmortal

Jesús Franco llegó a decir que no le gustaba ninguna de sus películas. Que a él le habría gustado dirigir Ciudadano Kane, la obra maestra de Orson Welles. Tuvo la suerte de trabajar con Welles en Campanadas a medianoche, filmada en España en 1965. Curiosamente, tres años más tarde, Orson Welles vino a Valdemoro para rodar el telefilm Una historia inmortal.

¿Qué se puede decir de un artista como Orson Welles? Con veintitrés años, aterrorizó Estados Unidos con una dramatización radiofónica de La guerra de los mundos, el famoso libro de H. G. Wells; con veinticinco años, dirigió su primera película y muchos críticos y cinéfilos siguen considerándola uno de los mejores largometrajes de la historia del cine. Estamos hablando de Ciudadano Kane, que ganó el Óscar al mejor guion original y tuvo nominaciones a mejor película y mejor director.

Una historia inmortal fue concebida como una película para la televisión francesa, pero acabó estrenada en el cine. Estuvo filmada en varios lugares de España, incluidos Chinchón y Valdemoro. En este caso, la plaza de la Constitución de Valdemoro formaría parte del entramado urbano de una imaginaria Macao, la colonia portuguesa en China. Efectivamente, podemos ver carteles en chino por todas partes (aquellos que saben leer chino criticaron el hecho de que algunos de esos carteles estaban boca abajo). Orson Welles, uno de los cuatro protagonistas de la película, entra en la plaza conducido en una calesa tirada por caballos y puede distinguirse claramente. Orson Welles estuvo en Valdemoro. Coprotagoniza la cinta del director norteamericano Jeanne Moreau, la actriz francesa que falleció recientemente (31 de julio de 2017).

La película es una adaptación exquisita de una novela deliciosa, obra de la escritora danesa Karen Blixen. Tal vez Una historia inmortal no sea su libro más famoso, pero algunas otras de sus novelas han sido llevadas al cine y son ampliamente conocidas: Memorias de África y El festín de Babette.

La adaptación cinematográfica es muy teatral y podría haberse llevado a cabo con tan solo los cuatro protagonistas europeos. Cuando el espectador piensa que Orson Welles quiso ahorrarse en extras o que, sencillamente, en aquellos años, no pudo encontrar actores chinos en España, el director nos sorprende con dos o tres escenas en las que los extras asiáticos enriquecen la cinta extraordinariamente, gracias, también, a una fotografía impecable.

Año Mariano

Gran parte de Año Mariano, la película dirigida por Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo en el año 2000, fue filmada en los cerros del Espartal (en la finca El Espartal, según aparece en los créditos). Utilizaron un buen número de extras, que llegaron de varias poblaciones. En los créditos finales, aparecen agradecimientos a los excelentísimos Ayuntamientos de Madrid, Almería, Níjar, Valdemoro, Ciempozuelos y Titulcia (aunque es «todo el pueblo de CIEMPOZUELOS POR SU CARIÑO Y COLABORACIÓN» el que se lleva los agradecimientos especiales de la película). 

Año Mariano es una película sinvergüenza. Es una película marginal repleta de personajes marginales. Y sus orígenes son también marginales. Todo comenzó cuando Juanma Bajo Ulloa hipotecó su piso para producir su primera película, Alas de mariposa en 1991. Parecía una historia de cineasta independiente americano. Una película producida con muy poco dinero que consigue el premio del Festival de Cine de San Sebastián. Con los ingresos de esta película, Juanma Bajo Ulloa pudo producir su segunda película, La madre muerta (1993). Algunos de los adjetivos que se podrían usar para ambas películas son preciosismo, detallismo y barroquismo. Ninguna de las dos películas estaba dirigida al gran público. Ninguna de las dos podía clasificarse como comercial.

En Alas de mariposa, uno de los personajes terciarios estaba interpretado por Karra Elejalde. En La madre muerta, Elejalde pasó a ser el protagonista. Estoy seguro de que la relación personal que fue forjándose durante esos dos años entre Ulloa y Elejalde fue fundamental para que el director decidiera convertir una historia de Karra Elejalde en su tercer largometraje. La película, Airbag (1997), se convirtió en la más taquillera del cine español, honor que mantuvo hasta que, al año siguiente, se estrenó la primera película de la saga de Torrente. Es, sin lugar a duda, la película más comercial de Ulloa, que, desde entonces solo ha estrenado Frágil (2004), minoritaria de nuevo, y Rey gitano (2015), que intentó resucitar el fenómeno comercial de Airbag, sin conseguir el mismo éxito.

 Sin embargo, Karra Elejalde supo explotar al máximo el efecto de Airbag. Tres años más tarde, escribió, dirigió e interpretó junto con Fernando Guillén Cuervo la película Año Mariano. Guillén Cuervo ya había co-protagonizado Airbag e, incluso, había firmado su nombre, junto al de Elejalde y Ulloa, bajo el guion de la película. Año Mariano no tiene la factura ni la frescura de Airbag, pero fue una vuelta de tuerca más (o una ida de olla superior) y comercialmente tuvo incluso más beneficios. Airbag tuvo un presupuesto de tres millones de euros y una recaudación de siete. Año Mariano contó con un presupuesto de unos 180.000 euros y obtuvo una recaudación de más de cinco millones de euros.

No cabe duda de que Karra Elejalde ha conseguido evolucionar por un camino lleno de más éxitos comerciales y ha sabido mantenerse en el candelero (él diría «en el candelabro» si estuviera interpretando a uno de sus personajes), pues lo hemos podido ver en la primera línea de las películas y series de moda (Ocho apellidos vascos y sus secuelas, por ejemplo) y, a la vez, no abandona a los personajes marginales que ha interpretado desde sus inicios interpretativos.

Valdemoro ha sido escenario de todo tipo de películas y series televisivas. En nuestro artículo anterior dedicado al cine en Valdemoro, pudimos ver paisajes urbanos de nuestra localidad en grandes producciones internacionales, en producciones populares españolas y, como hemos visto en este artículo, Valdemoro ha sido utilizado como escenario de películas independientes, marginales o de bajos presupuestos.

 

Amigos · Entrevistas

Entrevista con Los Pantoja

Los Pantoja son una nueva, –y fresca-, banda de rock que acaban de presentarse en sociedad con un disco epónimo y dos conciertos, uno en La Sala y otro en las fiestas de mayo de nuestra localidad. Cuatro de sus cinco miembros, Víctor D. Pantoja, Javier Mayor, Daniel Gómez y Agustín Pérez Varo, son valdemoreños de toda la vida. Pronto vieron la necesidad de encontrar otro guitarrista, para liberar un poquito a Víctor, el cantante, y para dar brillo a los ritmos de la guitarra de Agustín, y así se incorporó al grupo Jorge Biurrun. De las canciones del disco, han decidido colgar en YouTube Amor de calavera, a modo de primer sencillo y están sonando en Onda Madrid.

A la entrevista, acuden Agustín y Víctor. Me encanta, parece que no hayan venido a hablar de su disco. Hemos comenzado a hablar de música y se sienten cómodos hablando de algunos de los grandes de la historia del rock español. Salen en la conversación Miguel Ríos, Héroes del Silencio y Bunbury, Platero y Tú y Fito y los Fitipaldis. También apuntan hacia bandas más recientes como Los Zigarros…

Hablar de nuestros grupos favoritos es algo que muchos de nosotros hacemos durante nuestra juventud, pero solo los verdaderos amantes de la música continúan hablando de solistas y bandas, con la misma pasión, toda su vida. Todo esto me lleva a imaginar que, fácilmente, de la fuente de la eterna juventud no saliera agua, sino música.

Entonces, ¿no habéis venido aquí a hablar de vuestro disco?

Víctor: Cuando hablamos de otros músicos, de otros discos, de la música que nos interesa y que nos gusta, en esos momentos, en muchos sentidos, estamos hablando también de nuestro disco.

¿Cuándo nacen Los Pantoja?

Víctor: Los Pantoja nacen con otro nombre aun siendo el mismo proyecto. Agustín y yo estábamos tocando en una banda anteriormente, con Pepe Fernández, un compositor de Pinto muy bueno. La Hormiga Afónica se llamaba la banda. Yo me dedicaba a poner las voces, empecé a componer alguna canción. De hecho, Amor de calavera, la canción que se puede escuchar en YouTube, está compuesta por los dos, por Pepe y por mí, y así está registrada. Yo tenía la necesidad de hacer otras cosas, llevar a cabo un proyecto diferente. Compuse tres o cuatro canciones y pronto vi que esas canciones eran diferentes. Se las enseñé a Agustín primero. Luego me puse en contacto con Javi Mayor, que ya había tocado la batería con Agustín en la época del Sindicato del Crimen. Empecé a buscar músicos. Conocía bandas en Valdemoro y sabía a quién quería tener en la nueva banda.

Agustín: A la hora de formar la banda, Víctor tuvo la suerte de disponer de una cantera de amigos importante; la mayoría de nosotros hacemos música. Para otra gente, puede ser difícil conseguir músicos para tu banda en tan poco tiempo. Todos somos de Valdemoro. Todos tenemos ya un bagaje, todos hemos hecho algo. La banda funcionó desde el primer día.

Víctor: Contacté con los músicos con los que me apetecía tocar, les enseñé un poco el proyecto y se sintieron interesados. Y de ahí salió el grupo Toma 13. Tal vez porque ocurrió en 2013. Empezamos a trabajar, nos pusimos a componer más canciones, pero el nombre no nos llegaba a convencer. Pasó a llamarse Señor Naranja. Como uno de los protagonistas de la película Reservoir Dogs, el señor Naranja. Queríamos llevar una estética Tarantino, muy de negro, y, en ese momento, nos metimos a grabar.

Agustín: El nombre Señor Naranja tampoco nos convencía. Además, nos daba problemas porque había varias bandas con el mismo nombre, una de ellas, Sr. Naranja, en Madrid y, encima, acababan de sacar un disco. Nos encontrábamos con el problema de que íbamos a un evento y nos confundían con la otra banda. Se dio la anécdota de que nos llamaron de una emisora de radio de Uruguay y, cuando nos hicieron la entrevista, pincharon la música del otro Sr. Naranja. Habíamos decidido grabar un disco y era el momento de definir el nombre del grupo.

Y lo decidisteis antes de grabar el disco.

Agustín y Víctor (a la vez): Lo decidió el productor.

Víctor: Lo decidió Candy Caramelo. Además, me acuerdo, fue antes de empezar la preproducción del disco, estábamos empezando a escuchar los temas, y Candy apunta en un papel «Señor Naranja» y dice: « ¿Estáis abiertos a cambiar el nombre? Porque si estáis dispuestos, yo le doy un par de vueltas…» El primer día del trabajo de producción, viene y dice: «Escucha, ¿os gusta Los Pantoja?» Y dijimos todos: «Los Pantoja, tío, ¡vamos a parecer folclóricos!». «Pues a mí me parece muy punki que un grupo de rock se llame Los Pantoja», dijo Candy para acabar de convencernos.

Agustín: Déjame recordarte que, además, el apellido de Víctor es Pantoja. En ese momento, cambiamos el nombre a Los Pantoja, pero el proyecto seguía siendo el mismo. Los cuatro mismos músicos. El cambio de nombre tenía también motivos comerciales, de mercadotecnia.

Víctor: Candy me lo puso muy claro un día: «Mira, si voy a un concierto y me gusta una canción, el título de la canción no lo voy a recordar. El nombre del grupo, si es Señor Naranja, es ambiguo y, si, encima, hay más grupos con ese nombre, va a ser difícil que la encuentre. Ahora, si tú vas a ver un grupo que se llama Los Pantoja, ese es un nombre que no se te va a olvidar fácilmente». Eso sí, por si acaso, cuando firmamos con la promotora del disco, les pedimos que se aseguraran de que la estética no tuviera nada que ver con la familia Pantoja. Y, para ese trabajo, nos hemos juntado con Paco Martín, don Paco Martín, que lo es todo en la promoción de rock en España desde los años ochenta. Y creo que el diseño del disco ha quedado estéticamente contundente, elegante, serio…

Agustín: Incluso a mí me parece atemporal. Es una portada que podría haber salido hace veinte años, pero no se ve antigua. Podría ser también de nuestros tiempos.

¿Qué contáis en vuestro disco?

Víctor: En las letras hablo básicamente de dos cosas. En muchas canciones hablo de un amor romántico canalla, hablo de un amor vivido desde la estética rock.

Agustín: Son letras basadas en experiencias personales.

Víctor: Por ejemplo, en Habitación número 3, en el hotel más cutre, tras pintar un escenario muy tétrico, hay una ruptura y el protagonista no consigue lo que esperaba.

Agustín: Pero es también un disco optimista.

Víctor: Sí, además, además de ese amor canalla, hay canciones de aliento. Hablamos de la fuerza interior, de la posibilidad de sobreponerse ante la dificultad. Así es Trece, la segunda canción del disco. Cómete el mundo va en la misma línea. La canción dice: «Son las huellas de tus pies las que marcan tu destino…» No debemos tener miedo al error. Y, si lo hay, que la equivocación sea nuestra. Porque, cuando tienes un sueño, no te da miedo equivocarte.

Me habéis contado que cada miembro del grupo tiene influencias diferentes.

Agustín: Yo vengo del rock de los ochenta. El rock americano de esa época, Guns N’ Roses, ese rock es lo que más me gusta. Pero es verdad que cuando tocas un instrumento, acaban gustándote muchos tipos de música. Javi tiene influencias más pop, como puede ser The Police,- Sus baterías favoritos son Vinnie Colaiuta y Stewart Copeland.

Víctor: Es un batería muy técnico, contundente, pero muy técnico. Le gusta mucho esa batería estilo americano muy trabajada.

Agustín: Dani es más del rock urbano, el lado más punki de la banda. El más underground.

Víctor: Le gustan mucho los Ramones.

Agustín: Jorge es el que tiene una carrera artística más dilatada, porque ha trabajado con artistas de primer nivel, y toca muy bien el blues y el jazz.

Víctor: En mi caso, la influencia más importante que tengo ahora puede ser Leiva. Es muy completo a nivel musical, por cómo escribe, por cómo cuida su sonido. Claro, si te pones a indagar, descubres que Leiva ha estudiado todo lo que se ha hecho antes, conoce bien la historia del rock. Cuando escuchas a Leiva, escuchas treinta o cuarenta años de música en sus discos. Ha tocado y ha cantado con todo el mundo. Es muy bueno.

Agustín: Cuando Leiva quiere decir algo, lo dice muy bien.

Víctor: Me gusta mucho el rock que pone en el escenario Carlos Tarque con MClan. Yo no escucho mucha música de habla anglosajona porque a mí me gusta entender la letra. Con el inglés te puedes defender, pero entender la profundidad de algunas letras es más complicado. Me gusta mucho la música con base americana: Ray Charles, Chuck Berry, Elvis. Tiendo más a eso que hacia los Beatles, por ejemplo. El grupo español de los noventa que me gusta mucho son Los Ronaldos. Me gusta mucho ese rollo pícaro, juguetón, ese rollo un poco canalla encima del escenario. Tuvimos la suerte de compartir cartel con Coque Malla en las fiestas del Cristo a comienzos de este mayo.

Vuestro disco es puro rock.

Agustín: Desde el primer momento, Candy insistió en que las canciones debían ser dinámicas, contundentes. Todos los tiempos son rápidos, excepto en la canción Hoy. Candy quería que el disco rodara.

Víctor: Si comparamos el tiempo de los primeros temas cuando los llevamos al estudio, la velocidad de las canciones fue aumentando en cada toma. Íbamos subiendo cada vez más. «Porque, si no», decía Candy, «me entran ganas de ir a pedirme una copa».

Agustín: Y yo creo que fue un acierto. Porque, en el momento que estamos, es lo ideal. Y nos ayuda mucho ahora en los directos. Vamos a tocar los temas y eso se nota en la respuesta del público. Las canciones generan mucha energía.

Víctor: Sin hacer ruido, que es lo más importante. Subir los decibelios, aumentar la velocidad y que no se haga ruido. Que se pueda escuchar la voz y se pueda escuchar la letra de la canción, que se pueda escuchar el arpegio de la guitarra, que la música no vaya atropellada. Todo eso es muy importante para mí.

Me consta que habéis disfrutado trabajando con Candy Caramelo en Candyland-Rock Studios

Agustín: Yo lo tenía idealizado. Candy ha trabajado con todos los grandes. Ha contribuido en la creación de muchos de los grandes. Luego ves su profesionalidad, su calidad humana, su humildad y te quedas encantado. Nos ha tratado como si fuéramos estrellas del rock.

Víctor: Nuestras expectativas a la hora de trabajar con Candy eran buenas, pero la realidad superó, con creces, esas expectativas. También sabíamos que estábamos apostando sobre seguro porque, si echas un vistazo a la trayectoria de Candy, ha estado trabajando con Tino Casal, Miguel Ríos, Los Rodríguez, con Ariel Roth, Andrés Calamaro, Fito y Fitipaldis… Al final, el sonido que él aporta, la idea del rock que él tiene, su amor por el rockabilly, todo eso es lo que nosotros necesitábamos para que algunas de las canciones que llevábamos, que tenían un toque de pop más comercial, adquirieran ese sabor rock que les queríamos dar.

Agustín: Candy hizo algo más. Cuando llegamos al estudio de grabación con las canciones que pensábamos incluir en el disco, cada una era de un estilo diferente. En cada una de las canciones se podían ver las influencias musicales de los miembros de la banda. Candy supo encauzar todas nuestras mareas creativas para que las canciones del disco tuvieran un sonido homogéneo que nos pudiera representar. Todos los temas parecen pertenecer al mismo álbum y no a otro álbum diferente. Y eso es muy difícil. Y creo que solo lo puede hacer alguien desde fuera. Con un punto de vista objetivo.

Víctor: Los artistas que producen sus propios discos lo dicen. Es muy complicado.

Víctor: No hemos querido hacer un disco que se pareciera a nada. Queríamos un disco que suene a nosotros. Candy nos ha ayudado a adquirir una esencia como banda.

Agustín: Una identidad.

Víctor: Y yo creo que se ha conseguido.

Agustín: Todas nuestras influencias están ahí porque inventar es difícil. Pero hemos hecho algo nuestro.

Víctor: Y no podemos olvidar que, en el resultado final del disco, han contribuido Jackpot producciones, Borja como diseñador del disco y Ricardo Rubio con las fotos. Ricardo mostró una generosidad con su tiempo digna de agradecer.

¿Hay espacio para el rock en nuestros días?

Agustín: Yo me alimento de la música en vivo. Es mi hobby. Me encanta escuchar música en directo. Ir a festivales. Y, en los últimos años, esas bandas de rock que me gusta escuchar tienen espacio en esos festivales.

Víctor: El rock funciona. No ha dejado de sonar nunca. Metallica vino a tocar a España, llenazo. Hay público para el rock.

¿Es Valdemoro un lugar para el rock?

Víctor: Aquí lo difícil es tener una oportunidad. Que te den la oportunidad en Valdemoro. Si vas a tocar a un garito con una guitarra acústica y a los quince minutos te dicen que lo tienes que dejar porque ha llegado la policía ante las quejas por el ruido… En Pinto, el Ayuntamiento está poniendo locales para que la gente pueda ir a ensayar.

Agustín: Hay que potenciar la cultura, no perseguirla. Los grupos valdemoreños tienen que irse a tocar a otros lados. Yo comencé a tocar en 1985-86, teníamos un grupo, Doble Sentido, junto a David Santisteban. Apenas teníamos catorce, quince años. En aquella época, recibimos un poquito más de ayuda institucional, pero ahora…. Hay una cantidad de medios que no se están aprovechando. Vas a ver un concierto en las fiestas de Ciempozuelos, por ejemplo, y la norma es que los teloneros sean de la localidad. Aunque, a lo mejor, hablas con músicos de otros pueblos y te cuentan lo mismo que te estamos contando nosotros sobre sus localidades.

¿Hasta dónde queréis llegar?

Agustín: Nunca te juntas para hacer música con el objetivo de vivir de ello, pero siempre te gustaría optar a disfrutarla de forma profesional.

Víctor: Esto de la música son inquietudes. Llegar lo más lejos posible. Centrarse en lo que tienes y poner un ojo en lo siguiente. La inercia debería ser siempre querer dar un paso más todos los días.

Agustín: Ahora tenemos un disco. Querríamos poder tocarlo en directo, mostrar nuestro proyecto. Disfrutamos tocando en directo. Eso nos alimenta. El ritual de prepararnos para el concierto. Un aspecto clave de la banda. En cuanto terminas un concierto, ya comienzas a plantearte qué debes y qué no debes hacer la próxima vez. Es un valor que a mí me llega muchísimo. La respuesta del público está siendo muy bueno. En La Sala, para la presentación del disco, tuvimos unas 180 personas.  180 personas pagando para vernos. Una banda nueva. En Pinto, también hubo muy buenas sensaciones. Recibimos comentarios muy positivos. Eso nos anima a seguir.

Víctor: La venta de discos tiene ahora muchas limitaciones. La mejor plataforma es un escenario. Y queremos saber hasta dónde podemos llegar. ¿Qué nos falta? ¿Deberíamos hacer algo más acústico para otro tipo de salas? La experiencia de tocar es lo que te permite crecer. Además de los directos, la cabeza ya la tienes en el siguiente disco. Nos encantaría preparar un EP con seis temas. Un anticipo del segundo disco. Y, después de navidades, otros seis temas, que unidos a los primeros, podrían configurar un segundo disco para el verano de 2019.

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Tanto Agustín como Víctor hablan llenos de energía. De pasión por la música. Terminamos la entrevista y volvemos a hablar de discografías, de puestas en escena, de bandas favoritas. Víctor se despide de mí con una pequeña reflexión: «Una vez grabas un disco y tocas en directo, eres consciente de que nunca volverás a disfrutar un concierto como espectador. Ni estando arriba, ni estando abajo. Es la maldición del músico. No son ganas de criticar. Es el músico que llevas dentro, que te hace ser consciente de todo lo que sucede durante la actuación y que observa fallos hasta en un concierto de Metallica».