Mi feo mundo · Nombres propios · Viajes

Charquito de agua turbia

Christmas Carol

Las entrañas de la Navidad

Siguiendo la tradición familiar, Henri Fraison era carnicero y trabajaba en una de las últimas casquerías de la ciudad. Amigo de la literalidad de las palabras, cuando, al abandonar la tienda en época navideña, la clientela se despedía con sus mejores deseos, Henri respondía, sonriendo, que él disfrutaría más conociendo los peores deseos de sus clientes: los más carnales, los oscuros, los sumergidos en el más viscoso chapapote. Los que lo conocían bien le reprochaban sus palabras argumentando que las navidades eran fechas entrañables. Henri asentía pero añadía que, para entrañable, la mercancía que él les vendía todos los días.

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Entrevista Exprés – Rafa Dávila

Rafa Dávila. Orientador Educativo, trabaja en la Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Valdemoro. A comienzos del verano consiguió combinar dos de sus pasiones, la fotografía y la educación, con una exposición fotográfica en el Centro Cultural Juan Prado titulada «Educar para transformar».

¿A quién se le ocurre hacer un homenaje a los maestros?

Pues ya ves… Soy de esas personas que piensan que los maestros son algo más que seres que regañan a nuestros hijos y tienen muchas vacaciones… Creo que necesitaban un abrazo y un gracias después del impresionante trabajo que han hecho y siguen haciendo en estos tiempos tan difíciles. Así que en este caso, mis brazos fueron mi cámara y objetivo para darles un achuchón bien «apretao».

¿Crees que todos los profesores, incluidos los de Geografía, deberían ser maestros sin fronteras?

¡Uy!, con Geografía me has tocado la fibra… Siempre ha sido una de mis asignaturas pendientes. Creo que poner fronteras a la educación es como tratar de poner puertas al mar. Los educadores debemos ser guías o factores de acompañamiento pero nunca tratar de vallar o estancar el aprendizaje.

¿Qué asignatura añadirías al currículum de nuestras escuelas?

En este tema, soy casi más de quitar que de añadir, pero, bueno, ya que me preguntas, creo que sería muy interesante dedicar tiempo a las técnicas de estudio, a la manera en la que aprendemos y todas las posibilidades que ofrece nuestro cerebro para facilitar el aprendizaje.

Si tuvieras la oportunidad, ¿a qué profesor de tu juventud te gustaría invitar a comer una paella?

Creo que el profe que más puso al límite mi capacidad de reflexión y, al mismo tiempo, la capacidad de reír fue El Nogales (Jose Manuel Nogales), profesor de Filosofía en BUP (uf, qué viejo me he sentido…). Sin duda, me tomaría una paella e, incluso, algún refresco con él.

Además de sus nombres, ¿qué crees que deberían aprender los maestros de sus alumnos?

Aquí me voy a poner un poco serio, fíjate. Creo que es de gran importancia entender e interiorizar que no estamos solo preparando a los alumnos para el futuro. Los alumnos son un presente y un hoy con sus vidas, sus maravillosas emociones, intereses y preocupaciones. El buen maestro es el que de verdad es consciente de no solo enseña sino que puede llegar a aprender más que enseñar.

Haz que salgan las cuentas. Un profesor, ¿qué porcentaje debería tener de mago, de agitador cultural, de payaso, de psicólogo, de amigo, de niñero y de sargento de hierro?

Pues mira, creo que con la palabra agitador has dado en la diana. No creo mucho en los porcentajes porque creo profundamente en la plasticidad y en la capacidad de adaptarnos al alumno y no al revés. Agitar las mentes, agitar la capacidad de reflexión, crear mentes agitadas y con la capacidad de agitar… Ahí es donde están las claves de todo.

A pesar de la reducción o la supresión de las lenguas clásicas en nuestras escuelas, ¿crees que los jóvenes de hoy en día saben latín?

Latín, griego e incluso algo de castellano… Claro que saben, y mucho más de lo que pensamos. ¿Mi consejo? Escucharles un poquito más.

Artículos · Cine · Valdemoro en el cine

Valdemoro en el cine. Adaptaciones literarias

Hasta donde llega nuestro conocimiento, Antonio Castillo es el único galardonado con una estatuilla de los Oscar que ha tenido una vivienda en Valdemoro. Su nombre completo fue Antonio Cánovas del Castillo de Rey. Antonio Castillo nació en Madrid en 1908. Pocos años antes, en 1893, su abuelo, Emilio Cánovas del Castillo, hermano del famoso político y escritor Antonio Cánovas del Castillo, había comprado una casa palacete, construida en el siglo xvi y ubicada en la calle Cristo de la Salud, número 11, de Valdemoro. Tenía una portada del Renacimiento purista, coronada toda por el escudo de Castilla.

Antonio Castillo pronto mostró una gran pasión por el mundo de la moda. En 1936 se estableció definitivamente en París para hacerse cargo de la Maison de couture rue de la Paix. En esos momentos, la Maison de couture rue de la Paix era una de las más prestigiosas casas de moda del mundo. Había sido fundada por Jeanne Paquin y su marido Isidore Paquin en 1890 y, en sus mejores momentos, habría tenido más de dos mil empleados. Isidore murió en 1907 y Jeanne Paquin tuvo que hacer frente sola a todos los retos del negocio. Pronto entendió que la mejor forma de promocionar su negocio era a través del mundo del espectáculo, con lo que la señora Paquin proporcionaba sus últimos modelos a las actrices de teatro y de cine más importantes del momento para que estas lucieran sus creaciones por todo el mundo.

Antonio Castillo tomó las riendas de la firma en 1936, tras la muerte de Jeanne Paquin. Eso le permitió establecer amistades y conexiones dentro del mundo del espectáculo. Colaboró, por ejemplo, con Jean Cocteau, en el diseño del vestuario de su largometraje La bella y la bestia (1946) y, unos años más tarde, en 1964, diseñó el vestuario de Ingrid Bergman para la película El Rolls-Royce amarillo. En 1959 fue nominado para un premio Tony en Broadway por su diseño de vestuario para el musical Ricitos de oro. Fue en 1972 cuando obtuvo un Premio Oscar en la categoría de mejor diseño de vestuario por la película Nicolás y Alejandra, dirigida por Franklin J. Schaffner en 1971. Ganó el Oscar conjuntamente con la diseñadora recién fallecida  Yvonne Blake (1940- 2018).

Antonio Castillo residió gran parte de su vida en París. Sin embargo, no olvidó Valdemoro, la población que habría visitado desde que era un niño. Cuando venía a España, pasaba algunas temporadas en la vivienda señorial de Valdemoro que había heredado de su abuelo. En 1972, Antonio Castillo ganó su estatuilla de los Oscar y decidió dar más uso a su casa de Valdemoro. Los señoriales interiores de «la casa de Cánovas» fueron utilizados como el escenario de tres películas estrenadas ese mismo año: Marianela, La duda y La cera virgen. Ya en 1963, la casa había servido para las escenas de interior de la película El escándalo. Sin embargo, es en 1972 cuando el uso de la casa para el cine adquirió mayores dimensiones. Tal vez, era un último esfuerzo de Antonio Castillo por conservar el edificio a la vez que le encontraba cierta rentabilidad. Tal vez, Antonio Castillo quería asegurarse de que el palacete conseguía su inmortalidad a través del cine. El caso es que, un año más tarde, en 1973, Antonio Castillo vendió la propiedad familiar de los Cánovas en Valdemoro. Ocho años más tarde, poco antes del 10 de febrero de 1981, a pesar de estar incluida en el Inventario artístico de la provincia de Madrid, la casa palacete del siglo xvi fue derribada para dar paso a un bloque de pisos más moderno.

Marianela

Si alguien se siente tentado a visionar las películas producidas en 1972, les recomiendo que dejen Marianela (dirigida por Angelino Fons) para el final. En el escenario internacional, 1972 fue el año en el que se filmaron películas como El padrino (dirigida por Francis Ford Coppola), Cabaret (Bob Fosse), El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel), Frenesí (Alfred Hitchcock), Garganta profunda (Gerard Damiano), La aventura del Poseidón (Ronald Neame), La Huella (Joseph L. Mankiewicz), Los cuentos de Canterbury (Pier Paolo Pasolini), Todo lo que quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar (Woody Allen), ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (Billy Wilder) o, una de mis favoritas, la magnífica Defensa (John Boorman). Si lo que queremos es ver una película filmada en España en 1972, que me perdonen todos aquellos que tuvieron que ver con la producción de Marianela, recomendaré otra de mis favoritas, La cabina, dirigida por Antonio Mercero.

Marianela está basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós. Los exteriores fueron filmados en Covadonga y en Potes; la mayoría de los interiores en «la casa de Cánovas» en Valdemoro. El director, Angelino Fons, ya había adaptado al cine otra novela del escritor canario, Fortunata y Jacinta, dos años antes. El hecho es que Marianela ya había llamado la atención de otros artistas: en 1916, fue adaptada al teatro por los hermanos Álvarez Quintero y en 1940 y en 1955 había sido convertida en película antes de que Rocío Dúrcal decidiera interpretar al personaje de Marianela en 1972, bajo la dirección de Fons. En México, ha sido adaptada para la pequeña pantalla, en forma de telenovela, en tres ocasiones. Y, para aquellos que pudieran pensar que es una historia con pocos atractivos para los habitantes del siglo xxi, en 2013, Rayco Pulido la adaptó al cómic bajo el título de Nela.

La duda

No es tan fácil definir, como podría parecer a primera vista, la relación que mantienen la literatura y el cine. Más allá del tópico «el libro es mejor que la película», son muchos los que piensan que lo del cine y la literatura fue amor a primera vista; hay quienes van más lejos y hablan de un amor pasional, ardiente, entre ambos; algunos mantienen que, tristemente, la literatura se prostituye en el cine. Lo cierto es que un guion cinematográfico no deja de ser un género literario como lo es una pieza teatral, con sus características propias, pero nada alejado de las convenciones aristotélicas de la narración. La puesta en escena, las cámaras, las luces, todo eso ya es otra historia. Hay veintiséis películas documentadas que eligieron los paisajes urbanos y naturales de Valdemoro como lugar de rodaje. Algunas fueron grandes producciones internacionales. Otras, pequeños proyectos independientes. Muchas, hasta diez producciones cinematográficas filmadas en Valdemoro, estaban basadas en obras literarias.

La primera película filmada en Valdemoro de la que tenemos constancia fue nada menos que una adaptación de la obra de Manuel de Falla El amor brujo (1949); en 1957, Stanley Kramer rodó Orgullo y pasión, basada en la novela The Gun, del escritor británico Cecil Scott Forester; en 1958, Manuel Mur Oti dirigió una comedia hispano-cubana titulada Una chica de Chicago, basada en un cuento de Noel Clarasó; en 1959, Ignacio F. Iquino filmó escenas de una coproducción hispano-mexicana titulada El niño de las monjas, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Juan López Núñez; en 1963, Javier Setó adaptó al cine El escándalo. Valdemoro parecía el lugar propicio, pues la historia estaba basada en el libro homónimo de Pedro Antonio de Alarcón, autor que había vivido en la localidad a finales del siglo xix; en 1967, el polaco Alexander Ramati dirigió Más allá de las montañas, adaptación cinematográfica de una de sus novelas; y en 1968, Orson Welles filmó partes de Una historia inmortal, basada en la novela de la escritora danesa Karen Blixen.

En 1998, José Luis Garci dirigió El abuelo, una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Benito Pérez Galdós. Acumuló trece candidaturas a los premios Goya y fue nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Aunque, al final, solo ganó un Goya su protagonista, Fernando Fernán Gómez, no cabe duda de que la película tuvo un gran éxito. Esta era la cuarta adaptación al cine de la misma novela de Galdós. La anterior, de 1972, fue dirigida por Rafael Gil y protagonizada por otro Fernando, el gran Fernando Rey, y fue estrenada con el título de La duda. La versión de Garci era muy poderosa, pero la de Rafael Gil poco le tenía que envidiar. Y fue filmada, en gran parte, casi todos los interiores, en la misma casa palacete de Valdemoro que en 1972 todavía pertenecía a Antonio Castillo.

La cera virgen

El 24 de abril de 1972 se emitió el primer programa del concurso televisivo Un, dos, tres… responda otra vez, la creación artística con más éxito de Chicho Ibáñez Serrador. El programa aglutinaba diversos ingredientes que intentaban agradar a todos, combinando cierta modernidad con los elementos más rancios de la tradición española. Aunque estaba orientado a toda la familia, Un, dos, tres… responda otra vez tenía grandes influencias de la revista española, que vivía entonces uno de sus mejores momentos: durante todo el programa, los espectadores se hinchaban de ver muslos y escotes femeninos y escuchaban chistes picantes que pasaban inadvertidos para muchos de los niños, pero que levantaban la sonrisa pícara de la mayoría de los adultos. Comenzaba la transición española.

La tercera película que se filmó en Valdemoro en 1972, usando los interiores de la casa de Antonio Castillo, no era una adaptación literaria. La cera virgen, dirigida por José María Forqué, es una comedia musical protagonizada por un maravilloso José Luis López Vázquez que representa la hipocresía mojigata de una sociedad española en busca de la modernidad. El sexo es el indiscutible protagonista de la película. La película hace acopio de todos los fetichismos sexuales que pueden encontrarse catalogados hoy en las páginas web que muchos intentan borrar de su historial de visitas.

Curiosamente, los números musicales que aparecen en La cera virgen podrían haber aparecido en alguno de los programas de Un, dos, tres… responda otra vez. No en vano, el compositor musical de las canciones de La cera virgen fue el argentino Adolfo Waitzman, que compuso la famosa sintonía del concurso Un, dos, tres… responda otra vez. Como hemos dicho, la película no es una adaptación literaria, pero las letras de las canciones fueron escritas por Antonio Gala y el guion por, nada más y nada menos, Rafael Azcona, en compañía del mismo Forqué y de Florentino Soria.

Tras el visionado de la película, hay dos escenas que tardan en desaparecer de la cabeza. La primera es el número musical con el que comienza el largometraje. Todos los bailarines masculinos van vestidos como los protagonistas de La naranja mecánica, la película que impactó al mundo el año anterior, en 1971. La otra escena que perdura en la mente del espectador es nocturna. José Luis López Vázquez, un voyeur sin solución, observa con sus pequeños prismáticos cómo la protagonista se descalza en su habitación mientras se come una raja de melón. Tras comérsela a mordiscos, la protagonista la lanza al corral y José Luis López Vázquez entra furtivamente para llevársela consigo. Supongo que esta imagen mejora cuando sabemos que la protagonista es una excelente Carmen Sevilla.

La película, prescindible, está repleta de grandes actores secundarios de la época. Debemos mencionar dos participaciones, tal vez anecdóticas, más. El estupendo cartel de la película corrió a cargo de Mingote y el ayudante de cámara fue el actual presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo.

La Lola se va a los puertos

Veinte años después, en 1993, Josefina Molina vino a Valdemoro para rodar La Lola se va a los puertos, una adaptación cinematográfica de una obra de teatro de 1929 escrita por Antonio y Manuel Machado. Rocío Jurado, Francisco Rabal y José Sancho protagonizaban la cinta, que está repleta de tonadillas intercaladas con buenos diálogos sacados del texto original. La mayor parte de los exteriores se filmaron en Andalucía, especialmente en Jerez de la Frontera. Sin embargo, la directora eligió otra vivienda valdemoreña para algunos de los interiores del largometraje. En este caso, se trata de la vivienda de la marquesa de Villa Antonia, en la avenida de Andalucía, que goza de un patio hermosísimo con referencias a la arquitectura nazarí. Sería una pena que este edificio, como el de los Cánovas, fuera también derruido.

Entrevistas

Entrevista con Violetta Arriaza

En agosto de 1953, un jovencito de dieciocho años entró en los estudios de grabación de Sun Records en Memphis, Tennessee. Pagó por grabar dos canciones y para que estas se imprimieran en ambas caras de un disco de acetato. Argumentó que era un regalo para su madre, pero, si esa era su única intención, podría haber ido a un estudio de autograbación más barato. Parece que eligió Sun Records porque su dueño, Sam Phillips, era un conocido cazatalentos musical. Nada salió de esa grabación. El protagonista de la historia hizo varias audiciones para cantar en varios grupos, pero no tuvo mucho éxito: Jim Hamill, miembro de los Songfellows dijo que no lo aceptaron en el grupo porque no demostró poseer oído para las armonías; Eddie Bond, líder de una banda profesional, le aconsejó tras la audición que no dejara el trabajo de camionero.

Sam Phillips decidió darle una segunda oportunidad. Le llegó una maqueta con una balada y pensó que el joven sería la voz ideal para interpretarla. El 5 de julio de 1954, invitó a dos músicos locales, un baterista y un contrabajista, para que lo acompañaran en la grabación. Nada. Su interpretación fue más bien mediocre. Sin embargo, Phillips le pidió al muchacho que tocara todo lo que sabía tocar con la guitarra. Estuvieron horas en el estudio de grabación. Todo sonaba a lo de siempre. Era ya de madrugada cuando el chaval decidió acelerar el tempo de un blues (That’s All Right) de 1946 y a hacer el payaso mientras lo tocaba. Los dos músicos lo siguieron. El productor asomó la cabeza por la puerta y el resto es historia. El jovencito, claro está, se llamaba Elvis.

El 5 de julio de 2015 (día arriba, día abajo; el caso es que era viernes) una jovencita que quería dedicarse al mundo de la música entró en el estudio de grabación que Riki Rivera tiene en su casa, en Valdemoro, Madrid. La muchacha se fijó en el programa informático con el que trabajaba Rivera y le pidió que si se lo podía instalar en su ordenador. «Del tirón», le respondió Riki, pero, conociéndola como la conocía, le advirtió que no podría explicarle cómo funcionaba el programa hasta el lunes siguiente, pues ese fin de semana él estaba muy ocupado. La muchacha, que ha aprendido a tocar el piano y la guitarra de forma autodidacta, se dedicó a ir botón por botón por todas las funciones del programa que le había instalado Riki y el lunes ya tenía compuestos tres temas instrumentales. Esa jovencita se llama Violetta Arriaza y tengo el honor de ser uno de los primeros en contar su historia.

¿De dónde ha salido Violetta Arriaza?

Nací en El Cuervo de Sevilla, un pueblo que se caracteriza por estar justo en el límite entre las provincias de Sevilla y Cádiz. Es un pueblo muy joven de unos ocho mil habitantes. Es un pueblo joven porque fue una pedanía de Lebrija hasta que se independizó como municipio en 1992. El caso es que lo tenemos todo cerca y son muchas las músicas y culturas que confluyen en El Cuervo. Nos nutrimos del arte de Sevilla, de su feria y de su Semana Santa; pero estamos tan cerca de Cádiz que vivimos también los carnavales con mucha intensidad; tenemos al lado el flamenco de Jerez…

¿Cómo decides dedicarte a la música?

La música siempre la he disfrutado desde que era bien pequeña. Recuerdo que mis padres tenían muchos amigos que tocaban la percusión y, me gustaba tanto, que cuando cumplí ocho años, me pedí de regalo un cajón flamenco. Fuimos a Sevilla a tiendas de instrumentos musicales y conseguí mi primer cajón. Fui de las primeras niñas que mi pueblo que tuvo un cajón flamenco y que empezó a toquetearlo. Recuerdo que me iba a las romerías de mi pueblo cantando sevillanas, rumbas… y yo, allí con mi cajón. Horas y horas practicándolo. A los catorce años, comencé a tomar clases de canto con Fernando Amarillo, un cantaor de mi pueblo. Allí empecé a cantar copla, que también me gustaba mucho de pequeña. Creo que no era muy normal para esa edad, pero me recuerdo quedándome hasta las dos de la mañana los sábados, viendo el programa de Canal Sur Se llama copla. A mí me gustaba cantar. Así que me metí varios años en una comparsa de carnaval de El Cuervo para poder cantar. Allí aprendí también muchísimo: entiendes mejor cómo hacer letras, cómo meter voces distintas, cómo conseguir armonías vocales…

Vas a estudiar Trabajo Social en la Universidad de Sevilla y, cuando acabas la carrera, te vienes a Madrid.

Es en Madrid donde descubrí el mundo de la informática y la programación musical. Así que llevo seis años dedicándome a producir, componer, sobre todo componer, y sacando mis canciones en paralelo. Aquí aprendí a componer a partir de bases instrumentales, beats. Todo lo he aprendido de manera autodidacta, pero observando siempre, muy de cerca, el trabajo de Riki Rivera, del que, no cabe duda, he recibido muchas influencias.

¿Qué es lo que más te gusta de ese proceso de producción musical?

Me gusta mucho hacer trajes a medida. Una vez está la canción compuesta, me gusta imaginar cómo vestirla dependiendo del estilo musical que tiene el artista que va a cantar esa canción. Para mí, es lo más interesante: imaginar qué camino debe tomar esa canción. Una buena canción será mucho mejor cuando el productor y el intérprete se entiendan a la hora de producirla.

¿Qué es lo que más disfrutas a la hora de componer una canción?

Es muy difícil, si no imposible, que todas las canciones que escribes sean fruto de tus vivencias personales. A la hora de componer, lo que más admiro es la habilidad de inventar, de crear historias en tu cabeza y luego poder plasmarlas en una canción. En la rutina de mis días de trabajo, en cada jornada procuro sacar una idea: la intro, el puente, el estribillo… Me gusta esa habilidad de poder escribir una historia diferente todos los días. Yo comencé creando beats instrumentales y, a raíz de ahí, pasé a escribir canciones. No hay instrucciones claras sobre cómo componer una canción y eso lo hace interesante. Hay quien empieza escribiendo la letra en un papel y luego le pone la música. En mi caso, compongo el instrumental y luego escribo la letra.

Háblanos de esa rutina diaria que has mencionado.

Siempre he sido muy planificada, pero creo que fueron rutinas que establecí durante mi vida como estudiante. Levantarme a las ocho de la mañana y ponerme a estudiar con un horario fijo. Sé que, si quiero llegar a algún sitio, debo trabajar muy duro, debo ser constante. Ese es el único camino.

Producción, composición y, ahora, interpretación. Has comenzado diciendo que, desde pequeña, te gustaba cantar.

Primero comencé a compartir en internet pequeños fragmentos de mis canciones, algunas de ellas instrumentales, que había escrito y compuesto. Quería dar a conocer mis ideas musicales. Percibí que tenían buena aceptación. Y durante la pandemia, me lancé a sacar mi primer single. La canción fue bien recibida por el público. La canción se llama Mi plan favorito y está disponible en todas las plataformas. Enseguida, empezaron a ponerla muchísimo en la radio de Andalucía y fue una conexión estupenda. Fue especial porque, sin el apoyo de una discográfica, tan solo con la ayuda y producción de Riki Rivera, la canción tuvo bastante recorrido. Ahí me di cuenta de que mi vida tiene más sentido cuando comparto y publico mi música. De ser un hobby, pasó a ser algo más. Una necesidad.

¿De qué va Mi plan favorito?

La canción habla del amor de una forma simpática. La música está dentro de lo que sería el pop español, con instrumentos reales y con un estribillo muy pegadizo. Digo lo de los instrumentos reales porque luego lancé Hábitat natural, que ya tiene más mezcla de instrumentos reales con programaciones. En este caso, se unió a la producción, además de Riki, Allnight, que es, también, un productor joven emergente. Este segundo single también habla del amor, pero de un amor más general. Un amor que puede ser familiar y de amistad. Y viene a decir que cuando estás con una persona con la que no necesitas máscaras, ni filtros, entonces estás en tu hábitat natural. Te encuentras en tu hábitat natural cuando estás con una persona y tú te sientes pleno, libre, al cien por cien.

¿Buscas esa naturalidad con tu música?

Sí, porque todavía no tengo nada establecido, todavía me estoy buscando y eso me proporciona la libertad de expresarme en diferentes estilos. No tengo miedo a hacer pop tradicional y después un reguetón. Creo que quien no se deja de buscar se nutre de más posibilidades y es más difícil acabar encasillándote tú mismo. Me gustan tantos estilos de música y tan variados. Desde pequeña, me gusta la copla y el flamenco; luego, me he nutrido de mucha música latina, de mucha música urbana, del reguetón, del dancehall, del rap… Por eso, últimamente busco un híbrido entre esa música urbana con melodía bonita, que tenga letra con argumento, que no caiga en la letra fácil, que todo encaje, sí de forma natural.

Parece que hoy en día, con los programas informáticos y con las redes sociales, cualquiera puede acceder al mundo de la música.

Hace no tanto tiempo, para sacar música, necesitabas estar fichado por una gran discográfica que te lanzara, que te promocionara. Sin embargo, en la actualidad, ha avanzado todo tanto que se puede sacar música desde la habitación de tu casa. Compones la melodía y la letra, grabas la canción y la cuelgas en YouTube. Y ya está. Ahora todo es más fácil. Incluso a la hora de rodar un videoclip. Hay gente que graba un videoclip con su móvil y lo cuelga y ahí lo tienes con quinientas mil visitas. Y lo bonito de esto es que tú lo ves y dices: «Yo también puedo». Hay quienes dicen que esta mayor accesibilidad hace que haya menos filtros de calidad. Pero yo me quedo con la parte positiva, con facilitar el que todo el mundo tenga esa accesibilidad. También es cierto que se han abaratado los costes de producción y de distribución, pero, claro, también se han encogido los beneficios. Y, además, los beneficios vienen de diferentes fuentes. Antes, podías hacer mucho dinero con la venta de un disco. Ahora, como se venden menos discos, debes generar dinero de otras formas: con vídeos en YouTube, con Spotify… Por eso, es importante diversificar las fuentes de ingresos.

Tienes un tercer single, que se titula Mala cabeza.

Una vez más, compuse el tema y lo produjo Riki Rivera. Hemos trabajado siempre de forma muy similar. Yo compongo y produzco el tema y luego Riki lo remata, le da ese toque final, él le saca todo el jugo posible. También tiene guitarras eléctricas y baterías reales, pero se fusionan con programaciones. Es un pop urbano de medio tiempo. La letra habla de un empoderamiento, pero a nivel individual. Viene a decir que todo era bonito y todo era perfecto contigo, pero no te necesito para seguir adelante. Porque yo tengo las capacidades, la energía y la fuerza para llevar mi vida. El videoclip fue dirigido y producido por Gema Lozano.

¿Te gustaría llevar todos tus temas a un concierto en directo?

Me encantaría. Ese sería el siguiente paso. Ahí es donde estoy centrando una buena parte de mis energías. Me encantaría preparar un pequeño show y empezar a hacer directos. En estos momentos, estoy estructurando y diseñando lo que sería ese espectáculo. Creo que lo ideal sería comenzar en sitios pequeños, pero muchos, para ir cogiendo, también en ese ámbito, bagaje. Sería muy especial que uno de esos sitios pequeños fuera mi pueblo, o cerca de allí, rodeada de mi gente, de los que me han visto crecer en este mundo.

Tienes que hablarnos de tu trabajo en el mundo del cine y de la televisión.

Además de componer y producir, junto con Riki Rivera, los temas que dan ritmo a la película Operación Camarón, tuve la suerte de interpretar uno. Se llama Bla, bla, bla y forma parte de la película. Además, en la última película de Vicente Villanueva, Sevillanas en Brooklyn, he compuesto las dos canciones de la película, la canción original junto a Vanessa Martín y Riki Rivera, Paso a dos, y otra, que la canta Miguel Poveda y se titula El mundo al revés. De repente, me vi trabajando en la composición con Vanessa, una compositora de la que me he nutrido y a la que he admirado muchísimo. Trabajé muy a gusto tanto con ella como con Miguel Poveda. Cuando trabajas para el cine, aprendes muchísimo. Conocer a los actores, al director, al resto de los profesionales te ayuda a entender otros procesos artísticos. Riki y yo hemos compuesto, también, Prueba de fuego, que es el tema que han utilizado en Telecinco para promocionar La isla de las tentaciones.

Entiendo que parte de tu trabajo consiste en relacionarte con el público a través de las redes sociales.

Me promociono principalmente a través de Instagram y Tik Tok, aunque también tengo cuenta de Facebook y Twitter, canal de YouTube y de Spotify. Efectivamente, hay que invertir tiempo en las redes sociales e intentar ser creativos al respecto. En Tik Tok, tengo una comunidad interesante, donde lanzo propuestas de beats y la gente compone los versos para esos ritmos que he colgado.

Proyectos de futuro.

Me encantaría consolidarme como compositora y productora y seguir publicando mi música. Estoy preparando mi cuarto single y, con este tema, comenzaría a estructurar lo que sería un futuro disco, que me permitiría, además, poder comenzar a moverme por los escenarios. Paralelamente, querría seguir creciendo en las redes sociales, seguir componiendo y produciendo proyectos que tengo planeados con otros artistas emergentes, porque creo que nuestras carreras pueden enriquecerse con nuestras colaboraciones. Los proyectos que funcionan, salen para delante y conectan con un gran público son proyectos donde hay un equipo fiel, un equipo que siempre es el mismo y un equipo en el que van todos a una, donde todos ganan. Lo ideal es que se haga de una manera con la que todos crezcan a la vez.

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Violetta me confiesa que procura tener siempre los pies en el suelo y la mente en el cielo. Piensa que siempre hay algo nuevo por aprender. Cree que, para llegar donde quiere llegar, hace falta meter muchas horas de trabajo, hacen falta muchos sacrificios. Ella es disciplinada. Y hasta cuando intenta desconectar y relajarse, siempre está atenta a su alrededor porque sabe que el detalle más pequeño puede inspirarle una nueva canción. Hay veces que, cuando va por la calle o está en un restaurante, ve una palabra que le gusta e intenta recordarla para utilizarla en su próxima letra. Violetta se guarda esas palabras en la memoria. Para cuando las necesita.

Entrevistas

Entrevista con Felipe Díaz Pardo

Tras dos películas disparatadas (Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, en 1975, y La vida de Brian, en 1979), la troupe cómica de los Monty Python estrenó El sentido de la vida, su tercera y última película juntos, en 1983. Para mí su mejor film (sé que formo parte de una minoría). Este largometraje está compuesto de una serie de sketches que van recorriendo las diferentes etapas de la vida, pero que obvian explicar cuál es el verdadero sentido de la vida. Llega el final de la película y aparece Michael Palin vestido de mujer y sentado en un sillón. Recibe un sobre y decide leer su contenido: el sentido de la vida. «En verdad no es nada del otro mundo», comienza Palin, «intenta ser amable con la gente, evita comer grasas, lee un buen libro de vez en cuando, sal a pasear e intenta vivir en paz y armonía con la gente de otros credos y naciones».

Hoy tengo en frente a Felipe Díaz Pardo, que se mudó a Valdemoro hace ahora un año aproximadamente. Felipe ha encontrado el sentido de su vida en su trabajo, en la educación y en la literatura. Es posible que lo haya hecho de forma natural, inconsciente, incluso espontánea. Tenía talento para ello. Comenzó como profesor de Literatura, dirigió el instituto de Ciempozuelos, se convirtió más tarde en inspector de Educación en la Dirección de Área Territorial Sur y, de ahí, pasó al Servicio de Inspección Educativa del Ministerio de Educación en su acción en el exterior. Además de desempeñar todos estos trabajos, a lo largo de estos años, ha publicado más de treinta títulos (ensayos sobre educación, sobre legislación educativa, novelas, relatos cortos…). Como hicieran los Monty Python en la última escena de su película, a unos pocos años del final de su carrera profesional, Felipe ha decidido atreverse con la poesía y, con ella, de alguna forma, transmitir breves apuntes sobre el sentido de su vida. Con sencillez, sin grandes pretensiones, pero, a la vez, con mucha valentía.

¿Cuándo empieza tu afición por la literatura?

No sé hasta qué punto puedo contestar a esta pregunta. Por un lado, estaría la afición a la lectura, que viene desde que uno leía tebeos y le hacían leer en el colegio. Luego vendrían los paseos de los domingos por la cuesta de Moyano con mis padres, donde me compraron El Quijote en aquella edición de Austral que se despegaba por los lomos, las lecturas de la adolescencia, etc. He de confesar que nunca fui un niño prodigio en esto de la lectura. No obstante, la afición a la literatura, en cuanto al interés por ella y por escribir, surgió cuando, inesperadamente, decidí estudiar Filología Hispánica. Desde entonces me interesó, no solo como una forma de vida dedicada a la docencia, sino como una forma de ver la vida también y de aprender, porque para mí leer y escribir son dos formas de aprendizaje.

Supongo que hay momentos de la vida en los que todos tomamos decisiones inesperadas. Entiendo que, tras la carrera, aprobaste una oposición y comenzaste a enseñar Lengua y Literatura. ¿Crees que conseguiste transmitir ese amor por la literatura? ¿Llegaste a tener estudiantes en los que podías adivinar cierto talento literario?

De nuevo me cuesta contestarte. Para ello, quizá lo mejor es remitirme a una anécdota que me sucedió en los primeros años de docencia, allá por Andalucía, en donde comencé mi trayectoria como profesor. Un día, en las puertas de la mezquita de Córdoba, ciudad en donde daba clase en uno de sus institutos, y mientras esperábamos a otro grupo de alumnos, con quienes íbamos a hacer una visita a aquel templo, una de mis alumnas, con la desinhibición y el desparpajo propios de los adolescentes, me preguntó: «¿Y tú para qué das clase de literatura?» Yo, manteniendo el tipo ante la insolente pregunta le contesté, intentando simular el mismo desapego: «Pues, de momento, para ganarme la vida». Lo curioso tras esa breve conversación, de la que se traslucía que a esta chica poco le importaba la materia, es que el curso siguiente era ella la que coordinaba la sección de literatura de la revista del Instituto. Aquello me dejó más tranquilo y quise suponer que algo le había transmitido. Y en cuanto a la detección de cierto talento literario en mis alumnos, siempre hay alguno en el que se atisba cierto interés, pero es luego, cuando uno se entera de ello al coincidir con ellos tiempo después.

Muy pronto comenzaste a compaginar tus labores docentes con tus publicaciones.  Por un lado, publicaste libros que ayudaban a aprender y a enseñar Literatura; por otro, publicaste libros sobre legislación educativa. Háblanos de algunos de estos libros.

Mi interés por publicaciones de este tipo surgió tras dedicarme a otras tareas del ámbito educativo que excedían de la tarea de impartir clase. Fue gracias a mi etapa como director de instituto y, después, a mi trabajo de inspector, cuando empecé a interesarme por temas sobre didáctica, gestión y legislación educativa. Comencé con uno que se titulaba Cómo gestionar un centro de secundaria, al terminar mi periodo como director. Después, vinieron otros: Cómo aprender a enseñar, Las claves para educar en tiempos de crisis, Manual para profesores inquietos. La mayoría de las veces, estas publicaciones las he enfocado desde la óptica de la experiencia, es decir, intercalando las vivencias adquiridas en el momento que me ha tocado vivir. En otras ocasiones, son libros de legislación pura y dura: La LOE pregunta a pregunta o Aprendiendo la LOE/LOMCE en 255 preguntas. En estos últimos casos, el objetivo era eminentemente práctico. Puedo decir que esta vertiente «educativa» de mi escritura se cierra de momento con el volumen Paisajes más allá del placer, publicado a finales del año pasado, en el que, gracias a mi labor actual como inspector de educación en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, hago un repaso de mis viajes por doce países que he recorrido en estos últimos años visitando centros y programas educativos de dicho ministerio. En realidad, es un libro de viajes donde, desde una perspectiva del viajero inocente y poco acostumbrado a recorrer kilómetros, mezclo geografía, literatura y educación. Por otra parte, durante estos últimos años me ha interesado también la divulgación literaria con libros como La literatura española en 100 preguntas, La literatura universal en 100 preguntas o Breve historia de la Generación del 27. Con ellos he pretendido exponer algunos aspectos de la literatura con un enfoque más novedoso y dedicado al público en general.

Has sido profesor de Literatura, director de instituto de secundaria, inspector de educación. Gracias a tus viajes, aunque visitas centros de titularidad española, tal vez conozcas otros sistemas educativos. En tu opinión, ¿qué funciona bien dentro del sistema educativo español y qué te gustaría cambiar?

Efectivamente, en mis visitas a los centros de titularidad española y a los distintos programas educativos que el ministerio tiene en el exterior voy conociendo algunos aspectos de los sistemas educativos de cada país. Hasta ahora he viajado por Argentina, Chile, Ecuador, República Dominicana, Uruguay, Marruecos, Eslovaquia, Francia, Polonia, Portugal y República Checa. De cada uno me he traído experiencias y conclusiones sobre la práctica docente que enriquecen la visión sobre la profesión. En cuanto a los aspectos positivos de nuestro sistema educativo, he podido comprobar nuestra profesionalidad en la organización escolar y la atención a la diversidad, aspecto este último que no he conocido, al menos en profundidad, en los países que he visitado. Por otra parte, en los centros extranjeros que he visitado –pues los centros de titularidad española son exactamente igual que los que existen aquí– he visto también aspectos positivos. Así, por ejemplo, he podido comprobar que, al evaluar a los alumnos, se intenta siempre extraer lo positivo de ellos, algo por lo que los profesores se preocupan, porque, en cierto modo, ellos también se ven evaluados y el éxito de los alumnos es también su éxito. Tal vez la metodología empleada en algunos casos es algo que puede tenerse en cuenta también al reflexionar sobre nuestra práctica docente; así como la flexibilidad con el número de suspensos, aspecto tan de moda últimamente con el asunto de la obtención del título de Bachillerato, de manera excepcional –y solo excepcional–; o el fracaso escolar. Pero estos temas serían motivo para otra conversación.

Volvemos a tus publicaciones. Además de tus libros conectados con el mundo de la educación, llega un momento en el que te lanzas a publicar tu obra literaria. Podemos disfrutar tus ensayos, tu poesía, tu narrativa. Háblanos, primero, de tu obra en prosa.

Mi narrativa la forman varias novelas y varios libros de cuentos o relatos y con ellos intento no solo crear historias, sino también buscar una vía de conocimiento. Las primeras son variadas en el enfoque empleado. La primera, Las sombras que nos persiguen, que luego publiqué en formato digital bajo el título de Tardes en El Edén, se asienta sobre el mundo real y el de los recuerdos. Fue la primera y tal vez necesite de una revisión que me gustaría hacer para volver a publicarla, si fuera posible. Tanto motivo sin fisura también se desarrolla de la misma forma. Otras como El premio del sucesor, La humanidad de los dioses o Vuelo sin retorno mezclan realidad y fantasía, sin saber bien si ambos mundos se pueden diferenciar, algo que es, en definitiva, un juego que la literatura nos permite. En cuanto a los relatos, he de decir que es uno de mis géneros preferidos, tanto en el ámbito creativo como en el de la investigación. Es el germen de la narración y la extensión en la que más cómodo me siento y que he practicado con los libros Dioses, hombres y fantasmas, Complicidades o Felicidad perversa. Hace unos días, algunos de los relatos de los dos primeros libros y algunos cuentos nuevos han visto la luz en la recopilación que he titulado Cuentos cómplices, divinos y humanos. Son treinta y seis textos agrupados temáticamente según los términos que aparecen en la portada, en los que, de nuevo la ficción y la realidad se combinan. Como lector me gusta deleitarme de la literatura a sorbos y no con atracones de cientos de páginas. Por eso, disfruto también con el microrrelato, tan de moda últimamente, y también lo he cultivado con el volumen Disturbios, tributos y cavilaciones. Con el paso del tiempo, cada vez más pienso en que lo mío son las distancias cortas. El tiempo lo dirá, si consigo seguir en esto. Por último, La factoría de los sueños supuso una breve incursión en la literatura infantil-juvenil, que me sirvió de acicate, de ilusión y para abrirme paso en el mundo editorial.

Ha sido recientemente que has comenzado a publicar poesía; de hecho, acaba de salir a la luz tu segundo libro de poemas.

Efectivamente, fue el año pasado cuando publiqué mi primer poemario, En paradero desconocido, poco antes del comienzo de la pandemia. Hace un par de meses, en julio, vio la luz el segundo, Balance de un futuro incierto, del que estoy francamente satisfecho. Siempre he considerado la poesía un género difícil y me ha dado mucho respeto ponerme a escribir versos, pero, francamente, yo mismo estoy sorprendido del resultado, fruto, creo yo, de las vivencias que uno va acumulando, de la situación personal y, sin duda alguna, del conocimiento técnico de la materia literaria que se está manejando. Mis años como profesor, de dedicación a la lectura y al análisis de textos me hacen entender el mecanismo y la técnica necesarios para escribir algo decente en este género. Con todos mis respetos, ahora todo el mundo escribe, pero hay que tener un mínimo de formación para eso.

¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?

Los proyectos literarios se acumulan en la cabeza y tengo que poner orden. Últimamente publico dos o tres libros al año y quiero tomármelo más sosegadamente. Si, por una parte, uno está en permanente búsqueda, también pienso que no tengo ya que demostrarme nada. Así que voy a procurar dedicarle más tiempo a lo que quiero hacer. Sin duda seguiré con la poesía, género al que me he enganchado. También estoy intentando terminar otro libro de cuentos, el otro género que siempre me ha fascinado, quizá por lo que tiene de desconocido y minoritario. Es curioso ver cómo, cuando se habla del cuento, hay que aclarar que el término no solo se refiere al ámbito infantil, sino que es un subgénero narrativo que ha gozado de mucha importancia en países como Estados Unidos o en lugares como Hispanoamérica. En fin, en eso estoy.

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Felipe Díaz Pardo sabe mantenerse ocupado, entre su trabajo y su afición literaria. En septiembre, estuvo firmando en la feria del libro y ha estado presentando su último libro de poemas, recién publicado. Con todo esto, todavía ha encontrado tiempo para atendernos y concedernos esta entrevista. Para Felipe, la literatura es búsqueda, la literatura nos permite continuar aprendiendo. Con su abordaje a la poesía, Felipe Díaz Pardo ha descubierto que la literatura puede ofrecerle nuevas aristas y nuevos vértices, tal vez más intimistas y más filosóficos. Si la poesía es literatura en estado puro, tal vez, Felipe haya iniciado un camino hacia su interior. Su particular viaje al centro de la Tierra. Quizás descubra que los Monty Python tenían razón, que es cuestión de intentar ser amables con la gente, evitar comer grasas, leer un buen libro de vez en cuando, salir a pasear e intentar vivir en paz y armonía con la gente de otros credos y naciones.

Entrevistas

Entrevista con Marta Matute

Actrices y actores. Actuar es moverse, actuar es pasar a la acción – a no ser que te toque hacer de árbol en una producción de instituto estadounidense o interpretes a una persona en estado de coma, claro-. Actuar es ponerse en la piel del otro, que es el primer paso hacia la empatía. Actuar es hacer de espejo, reflejar aquello que vemos, oímos, saboreamos, olemos, sentimos. Actuar es mentir y actuar es decir la verdad al mismo tiempo. Los actores nos animan a celebrar nuestras virtudes y nos ayudan a darnos cuenta de nuestras imperfecciones. Los actores aparecen siempre en escena perfectamente peinados o perfectamente despeinados. Los actores rara vez llevan los zapatos sucios.

Los actores normalmente interpretan papeles escritos por otras personas. Y, por lo tanto, al actuar, deben intentar adivinar los sentimientos que los escritores intentaban adivinar de sus personajes, lo cual me parece una proeza. Es como soñar dentro de un sueño. O como cuando el protagonista de un chiste cuenta un chiste. Por eso, siempre me han llamado la atención las películas escritas y dirigidas por un actor. Sobre todo, si son autobiográficas. Son, normalmente, proyectos muy personales con mucha sensibilidad, que nos muestran múltiples aristas. Los ejemplos son muchos, pero la primera que me viene a la cabeza es Nil by Mouth (Los golpes de la vida, 1997, solo para cinéfilos), escrita y dirigida por Gary Oldman.

Hoy tengo delante a una valdemoreña a la que, de repente, se le ha brindado la posibilidad de dirigir un guion basado en sus propias experiencias. Marta Matute llega puntualísima a nuestra cita en una terraza del centro de Madrid. Ha vivido prácticamente toda su vida en Valdemoro, hasta que dio el salto a la capital. Disfruto su frescura y su honestidad al hablar. Todo ha ido tan despacio y, últimamente, todo ha ido tan deprisa. Todavía recuerda cuando, no hace tanto, necesitaba trabajar de camarera, de azafata o de profesora de boxeo – dos años y medio dando clases de boxeo sin contacto -, porque el trabajo de actriz no le daba para comer. Me pido una cerveza y Marta se pide una bebida que incluye agua mineral y cuyo nombre yo no había oído nunca. La propia Marta se refiere a ella con una perífrasis porque tampoco recuerda el nombre. El tape metálico de la botella de agua se le resiste y yo le ayudo a abrirlo cada vez que quiere rellenar el vaso. Si, en este momento, estuviéramos en el teatro interpretando una obra en la que yo entrevistaba a Marta, la botella de agua mineral sería una parte incuestionable del atrezo…

¿Cómo empieza todo?

En Valdemoro, fui al Colegio San José de primaria. Y todo empieza en el San José. En sexto de primaria, Carmen Vicente, la profesora de ese curso, siempre organizaba una representación con todos los alumnos. Y ahí descubrí el teatro. Gracias a ella, pisé por primera vez el teatro de Valdemoro. Lo disfruté muchísimo. De hecho, tengo el vídeo todavía. Lo vi hace poco, porque no encontraba la cinta, y pude ver que ya apuntaba maneras (sonríe). Cuando dejé el San José, no tuve ninguna relación con Carmen Vicente. Nos veíamos por la calle, en Valdemoro, nos saludábamos… nada más. Sin embargo, lo que son las cosas. El año pasado, después de tantos años, en la escuela de teatro donde doy clases, me puse a contar a una compañera que justo ese día me había enterado de que Carmen había fallecido y conforme se lo contaba, me eché a llorar… Todavía me emociona.

Los maestros que más nos marcan son los que se salen de la programación tradicional.

Tras esa experiencia, me olvidé un poco del teatro. Yo seguí con mis estudios, fui al instituto Villa de Valdemoro y, con 18 años, empecé en una compañía de teatro en Valdemoro, que ya no existe y que se llamaba Grouplin. Estaba dirigida por Julián Contreras. Allí nos juntamos un buen grupo de amigos y representamos un buen número de obras de teatro en el Juan Prado. También nos fuimos de gira… Fueron unos años maravillosos. Y tengo mucho cariño a todos los miembros de la compañía.

Estamos hablando de tus primeros años en la universidad.

Sí. Estudié Comunicación Audiovisual en la Complutense y, a la vez, comencé a trabajar de técnico de vídeo en rodajes de televisión porque también me interesaba el trabajo de cámara. Y, mientras hacía todas esas cosas, me di cuenta de que quería estudiar interpretación. Alberto, mi mejor amigo, que estaba también en Grouplin, se metió a estudiar en el Laboratorio de Teatro William Layton. Él me contaba acerca de la técnica que trabajaban, de cómo eran las clases… y a mí me fascinaba. Terminé la carrera y en 2011 comencé a estudiar interpretación. Ahí empecé profesionalmente con mi carrera como actriz.

Supongo que los comienzos no son fáciles.

Al inicio, sobre todo, lo que me movía eran las ganas de actuar, de subirme a un escenario. Me junté con compañeras y compañeros que estaban empezando como yo y levantamos proyectos con un presupuesto mínimo con el que comprábamos vestuario y poco más. Sin embargo, a pesar del esfuerzo y la implicación, muchas de estas obras morían, ya que no teníamos una distribuidora o productora que respaldase la compañía y nos consiguiera más bolos. El único productor que conseguimos nos estafó. Hicimos varios bolos y jamás vimos el dinero. Una vergüenza.

Cuando terminas de estudiar en Layton, comienzas también a trabajar como ayudante de dirección en el teatro.

Sí. Siempre he pensado que terminaría dirigiendo y vi las ayudantías como una forma de aproximarme a la dirección. Las estrategias del caos de Joaquín Navamuel y Una y otro de David Huertas fueron mis primeros trabajos como ayudante, acompañando a gente muy cercana a mí. Más tarde trabajé en Perra vida de José Padilla (obra ganadora en Almagro Off), Freak de Ana Jordan en Teatro Kamikaze y, justo antes de la pandemia, Taxi Girl de María Velasco en el Centro Dramático Nacional. Creo que ser ayudante de dirección ha sumado a mi trabajo como actriz. Observar el trabajo de los otros actores desde fuera y ser consciente de todo el engranaje que rodea a una función te ayudan a tener una mirada más amplia.

Háblanos de las obras en las que has trabajado como actriz.

Al salir de la escuela de interpretación, nos juntamos seis actrices y actores para empezar un proceso creativo que llamamos finalmente Yogur Piano y que dirigió Gon Ramos. No partimos de un texto escrito, sino que, a partir de consignas, se iban desarrollando los textos y la estructura. Fue mi primer proceso experimental. Recuerdo los nervios de antes de estrenar en la sala Labruc de Madrid, el no saber si iba a gustar o no, el no saber si yo misma entendía la pieza del todo… Pero, para nuestra sorpresa, fue un éxito rotundo y terminamos programados en el Centro Dramático Nacional. Después de Yogur Piano llegarían otros procesos de creación colectiva con la compañía Los Números Imaginarios dirigida por Carlos Tuñón: Hijos de Grecia y Lear (Desaparecer) fueron representadas en el Corral de Comedias de Alcalá, Teatro de la Abadía y Teatros del Canal. Mi última función como actriz ha sido Héroes en diciembre de Eva Mir, en el Centro Dramático Nacional, que fue Premio Calderón de la Barca 2019.

Con la pandemia, viste la oportunidad de explorar otros campos.

En mi trabajo, siempre estoy disfrutando y, a la vez, preocupándome de la precariedad de mi situación laboral. Durante la pandemia, creí interesante abrir otras vías, como la escritura de guion, que siempre me ha interesado. Vi la convocatoria de las Residencias de la Academia de Cine y decidí enviar un proyecto de largometraje de ficción. Participamos 930 personas, y finalmente fuimos seleccionados veinte candidatos. Las Residencias de la Academia de Cine consisten en una beca a desarrollo de guion subvencionada por la Academia y el Ayuntamiento de Madrid. Te asignan un mentor que te ayuda a desarrollar y revisar el guion. Mi mentora fue Belén Funes, directora de La hija de un ladrón. Belén ganó el Goya a la mejor dirección novel en 2019. Las Residencias me han permitido también tener masterclasses con otros profesionales de la industria cinematográfica y entrar en contacto con productoras. Algunas de estas productoras se interesaron y ahora mismo estoy en conversaciones. Ojalá que la película salga adelante.

¿Habías escrito algún guion anteriormente?

Escribí una obra de teatro que se titulaba El gato. Estábamos cerrando con un teatro posibles fechas de programación cuando justo estalló la pandemia. Ahora el proyecto está parado, pero espero poder ponerlo en marcha dentro de poco.

¿Puedes hablarnos de qué va el guion que has escrito durante la Residencia?

Se titula Yo no moriré de amor. Surge de mi propia experiencia vital. Se puede decir que es autobiográfica. Mi madre tuvo demencia frontotemporal cuando yo tenía 19 años. La enfermedad duró nueve años. A mí me pilló en esa transición entre la adolescencia y la edad adulta. La película contaría lo que le pasa a una chica de veinte años durante la enfermedad de su madre. No está centrada en la enfermedad, sino en la vida de la chica. Habla de cómo influye esa situación en todos los ámbitos vitales. Cuando mi madre enfermó, tanto mi padre como mis hermanas, y yo estuvimos muy presentes en los cuidados. Y eso condiciona tu vida brutalmente. Siempre he querido hacer algo sobre esto, vi la convocatoria de la Academia de Cine y dije: «Vamos a probar esto». Una de las cosas que experimenté cuando le ocurrió esto a mi madre, siendo yo tan joven, fue soledad. No conocía a nadie más de mi edad pasando por lo mismo. Uno de mis objetivos a la hora de escribir este guion fue que, cuando las personas que están pasando por algo similar vean la película, se puedan ver reflejadas y, de alguna forma, acompañadas.

¿Te gustaría dirigir la película?

He dudado durante todo el proceso de escritura si quería dirigirla. Me entraba mucho vértigo porque no tengo experiencia en la dirección cinematográfica. Pero a día de hoy estoy segura de que la quiero dirigir yo. En una tutoría, Belén Funes me dijo: «Tú eres el mejor soldado para esta guerra» y la he terminado creyendo.

Tu relación con el Laboratorio de Teatro Layton no terminó cuando acabaste allí tus estudios.

No. Llevo dos años y medio trabajando allí, como profesora de técnica de improvisación. En esta asignatura entrenas el sentido común en escena. El estar aquí y ahora. A escuchar. Para que la escena siempre esté siempre viva y tenga sentido.

¿Qué aprendes mientras enseñas interpretación?

Las situaciones deben ser coherentes, con lo que aprendes a usar el sentido común al máximo. También, como les digo a mis estudiantes, es un primer paso para escribir guiones, porque todo se cuestiona. Cuando me dan situaciones que no tienen sentido, debes ponerte a trabajar en ellas para darles una coherencia.

¿Cuáles son tus planes más inmediatos?

Tengo gira con Las canciones, dirigida por Pablo Messiez. Estreno el 9 de octubre en Lanzarote, y estaremos también en Pamplona, Vitoria, Badalona y Granollers. Seguiré trabajando en el guion de la película y poniendo toda la energía para que finalmente se haga.

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Marta cree que el teatro debería ser obligatorio en las escuelas. Que es una manera estupenda de relacionarte con tus emociones y con las emociones de los demás. Aprender a actuar en la escuela nos ayudaría a crear nuevos vínculos con nuestros compañeros, a canalizar y expresar nuestras emociones. Piensa que ese aprendizaje es cultura. Marta recuerda sus comienzos con Grouplin, la compañía de teatro de Valdemoro a la que se agarró como vía de escape durante la enfermedad de su madre.

Entrevistas

Entrevista con David de Paloma

Necesitamos música. Ritmo. Melodías. Necesitamos escuchar versos sencillos y reconocer en ellos nuestros sentimientos. Necesitamos corear contagiosos estribillos y pensar que esa canción, precisamente esa y no otra, habla de nosotros. Necesitamos conectar una experiencia, un viaje, una época de nuestra vida con las canciones que sonaban en la radio mientras vivíamos ese momento. Necesitamos respirar. Beber agua. Alimentarnos. Amar y sentirnos amados. Necesitamos música. Por eso los músicos son tan importantes en nuestras vidas. Y, desgraciadamente, el pasado año no ha sido el mejor momento para los músicos.

Me encanta saber que hay músicos viviendo entre nosotros. Me gusta saber que hay vecinos en Valdemoro que, mientras transcribo esta entrevista, están componiendo una melodía nueva, algo que no había sonado antes de la misma forma y que emerge para ser una canción. Ante mí, tengo hoy a David de Paloma. A un músico. David nació en Usera y llegó a Valdemoro en 2005, en plena adolescencia. David se trajo de Usera su amor por el flamenco. Fue al instituto Matías Bravo y allí conoció a Marta, que ahora es su mujer. En Valdemoro nació Lucía, su hija, que acaba de cumplir dos años. David de Paloma le debe su nombre artístico a su madre, Paloma y, durante la entrevista, se acuerda de sus hermanas, que siempre lo han apoyado.

Lo que más le gusta a David es el cante en una juerga flamenca, entre amigos. Para él, esa es su máxima expresión, cuando la música es improvisación pura e inspiración. David ha aprendido su arte en un corro de amigos flamencos alrededor de una guitarra. Ahí se ha hecho como cantante, donde ha tenido la posibilidad de juntarse con grandes artistas y grandes maestros del flamenco, donde ha aprendido y donde ha absorbido de su talento.

¿Recuerdas cuándo comenzó a gustarte la música?

La música me gusta desde que tengo uso de razón. Mi padre se dedicó a la música. Fue guitarrista en un grupo de pop de los años noventa. Tuvieron cierto éxito. Se llamaban El golpe. Aún hicieron algo de ruido: sacaron dos discos, hicieron giras… Desde siempre, en mi casa había muchísima música. Y yo, para la música, siempre he sido una esponja. Es verdad que no tengo una influencia flamenca familiar o de sangre, pero el sur de Madrid es muy flamenco. Hay gente que dice que tienes que irte a Andalucía. Puede. Pero en el sur de Madrid (San Fermín, Orcasitas, Villaverde, Usera, Carabanchel, San Cristóbal) hay mucho flamenco. En Usera, donde nací y viví mis primeros quince años, había flamenco en cada esquina. Y a mí llegó el flamenco. Y, cuando me llega, me arrasa como un tsunami. Cuando descubrí el flamenco, desde bien jovencito, supe que eso era lo que yo buscaba. Y el flamenco me lo traje para Valdemoro cuando nos mudamos en 2005.

¿Es entonces cuando decides aprender a tocar la guitarra?

Creo que mi padre me regaló una guitarra cuando tenía quince años. Nunca he tocado la guitarra con un afán de meterle horas y ser un gran guitarrista. Para mí, la guitarra ha sido algo más intuitivo, un instrumento que he utilizado para expresar mi música. La guitarra es muy compleja. Necesita muchas horas de práctica. Y eso no es lo mío. Lo mío es cantar. Utilizo la guitarra para apoyarme y para componer. Hago conciertos acústicos yo solo con mi guitarra. Me encanta interpretar canciones que me gustan. Me gusta conocer los palos del flamenco y, si no tocas un instrumento, te ves limitado en ese aspecto.

¿Cuándo empiezas a tomarte la música más en serio?

Yo comienzo a cantar en fiestas. En juergas de amigos, de flamenco. Ahí me hago como cantante. A lo mejor íbamos a conciertos de amigos y me decían “tío, que tú cantas muy bien, únete a ellos…” Y yo no me veía. Yo creía que no podía ser como ellos. Hasta que un día me cambió el chip y me dije “¿por qué no? Si yo soy música. Si yo me siento artista. La música es lo que me mueve.” Poquito a poco, comencé a quitarme ese miedo. Esa vergüenza que yo tenía y que, muchas veces, no te permite hacer cosas. Empecé a subirme a escenarios, a cantar más de cara al público. Comencé a escuchar flamenco desde muy joven, he estudiado mucho, como se dice. Tengo bastante conocimiento de los palos del flamenco, del cante en sí. Y ya no solo flamenquitos, rumbitas y demás, sino del flamenco como tal. Entré en una compañía de baile de flamenco como cantaor. Y ya empecé a hacer mis cositas yo solo, aparte de la compañía. Poquito a poco, el agua llega al río y el río llega al mar. Al final todo tiene su inercia y aquí estoy. Llevo unos diez años en todo esto. Los primeros cinco, más de aprendizaje, donde me veo cantando en grandes teatros llenos y me doy cuenta de que soy capaz; los últimos cinco, creciendo mucho más de forma individual, moviéndome en los circuitos, sobre todo, de la Comunidad de Madrid y de Castilla La Mancha. Es posible que, en ese momento, dejara de hacer tanto cante para baile flamenco y me centrara más en hacer versiones. Con eso hay bastante trabajo y yo también lo disfruto mucho. Te das cuenta de que haces que la gente lo pase bien. Y el año 2020 se prometía un buen año. Justo antes de la pandemia, di el siguiente paso.

Y ese paso se ve interrumpido por la Covid-19.

Tenía unos cuantos temas míos y muchos amigos me decían que eran buenos, que debía hacer algo con ellos. La música no se puede guardar en un cajón durante mucho tiempo porque se pudre. En un cajón no hace nada. Gracias a un amigo de un amigo, hablé con una discográfica y dimos el gran salto de pasar a la industria. Decidí grabar algo más profesional.

Después de hacer versiones de distintos artistas, llega el momento de definir el estilo de música al que se va a dedicar David de Paloma.

A partir de lo que vengo haciendo ahora, creo que sería bastante difícil encasillarme. Me he nutrido de flamenco, pero disfruto mucho con la salsa, con los boleros. A mí lo que me gusta es la buena música. Mi cabeza es una batalla de músicas, digamos. Y, cuando me pongo a componer, me lo noto. Salen ideas de aquí y de allí. Sería difícil encasillarme en la rumbita fácil, caliente. En estos momentos, tampoco me atrevería a grabar temas de flamenco flamenco. Supongo que la música que estoy haciendo ahora entraría dentro de este género que está pegando bastante y que llaman flamenco urbano. Y, de momento, por ahí hemos tirado. Justo antes de la pandemia grabé mis dos primeros singles. A todos nos ha afectado la pandemia. En mi caso, fue un mazazo a mis planes. Tenía la agenda de bolos repleta a tres o cuatro meses vista. Las expectativas eran grandes, los planes no dejaban de surgir y, de repente, se quedó todo parado.

Se cancelaron los conciertos e, imagino, se redujeron prácticamente todos los ingresos.

Fue terrible. Comenzamos a tirar de los ahorros y era el momento de reinventarse. Como se me da bien componer y tengo en casa un Home Studio, se me ocurrió dedicarme a componer canciones personalizadas. Como la gente comenzó a comprar y hacer regalos adaptados a la pandemia, me anuncié en distintos círculos y me puse a componer canciones para cumpleaños, aniversarios, celebraciones varias… Es una tarea muy emotiva. Obviamente, para poder componer una canción que van a dedicar a una persona, necesitas recopilar información relacionada con la celebración. Y, con eso, fui tirando. Te puedo asegurar de que a todos los que recibieron una de mis canciones como regalo se les soltó una lagrimita. Cuando escuchas tus vivencias o tus sentimientos en una canción, te emocionas.

¿Cómo ha ayudado esta experiencia a tu labor de compositor?

Me ha ayudado melódicamente. Cuando compongo, me baso en otras historias. Pero melódicamente me ha ayudado mucho. Mi mujer y mi padre me decían que no me comiera mucho el coco, me decían que repitiera ideas, melodías, armonías para varias canciones. Pero yo necesitaba que cada canción fuera única y personal. Eso me exigía crear más melodías, esforzarme más. Es verdad que, una vez compuesto un tema, me he acordado de alguna idea y me he dicho “voy a meter este puentecito o este estribillo en este otro tema.” Me ha ayudado a crecer componiendo. Y lo noto. Echo un vistazo a mis composiciones de hace cinco años y veo la evolución.

Volviendo a los dos temas que habías grabado antes de la pandemia ¿Cuándo los hicisteis públicos?

Lanzamos una canción en el verano de 2020, Amor de verano, y, más tarde, en noviembre, lanzamos Acción. Amor de verano es una canción muy especial. Fue uno de los primeros temas que compuse. Puede tener tres o cuatro años. Como era de lo más comercial que compuse al principio, siempre quise que fuera mi primer single. Primero grabamos una maqueta en un estudio de Alcorcón con mis amigos. Fue todo de muy buen rollo, ¿sabes? Mi buen amigo Pedro Jiménez, el hijo de Monchi, el pianista de Los Chichos, metió unos pianos maravillosos; Daniel Cuadrado metió unas guitarras fenomenales; mi compadre Alvarito Blanco nos brindó con unas percusiones geniales… Aparte, fuimos a Huelva a grabar un vídeo en plan casero y lo protagonizaba Marta, mi mujer… Es un tema al que tengo mucho cariño. Para mí, era una gran carta de presentación. A la compañía discográfica le pareció bien y salimos con ella. Acción fue producida en su estudio por Chus Santana. Y lo considero un verdadero privilegio. Chus Santana es un productor que está ahora a un nivel extraordinario. Es el productor de Omar Montes, Chema Rivas… Por medio de la discográfica, tuve la suerte de grabar dos temas con él. Eso fue lo primero más profesional y más ilusionante que he hecho. El vídeo fue grabado en Cádiz y lo dirigió Mowlihawk, youtuber y el director de vídeos musicales del momento. Como se cancelaron muchos festivales debido a la pandemia, no llegamos a todas las radios que habíamos planeado, pero nos sirvió para llamar a la puerta de muchas emisoras.

Ahí no se quedó todo.

No. Una vez más, a través de unos amigos, le llega la música a Brian Cross, un dijei (disc jockey) internacional. Es español, pero ha sonado internacionalmente. Ha estado en festivales importantísimos como Tomorrowland. El caso es que le llega mi música, le gusta una canción y me llama. Se puso en contacto conmigo y me propuso una colaboración. Le mandé cinco temas y cuatro le fliparon. Acabamos grabando tres, con tres videoclips y hace poquito lanzamos el primero: Soltera. Y ese tema lo lanzamos con Universal Music, con la champions league de las discográficas, de la música. De pronto, tras la mala fortuna del coronavirus, conocer, trabajar y trabar amistad con Brian Cross me hacía sentirme afortunado. Grabamos un videoclip en Barcelona, otros dos en Andorra… Todo lo que viene me hace mucha ilusión.

Observando los vídeos, uno se da cuenta de que tus movimientos y tus gestos recuerdan a otro tipo de músicas que ahora están en boga, músicas también muy mestizas.

Hay que adaptarse a la música que interpretas. Además de cantante y compositor soy intérprete. Cuando cantas por soleá son apropiados unos gestos y cuando haces flamenco urbano, obviamente, haces otros.

Me gustaría que nos hablaras de los conciertos que hiciste desde tu piso en la Glorieta de las Amazonas en medio del confinamiento.

            Fueron dos conciertos. Vi que había gente que lo hacía y salían en el telediario. Al principio, pensaba que no sería tan buena idea porque podría molestar a los vecinos de al lado. Pero unos cuantos vecinos que son amigos míos me animaros y yo tenía unas ganas locas de cantar en directo a la gente. Llevábamos mes y medio confinados y me animé. Tengo un equipo de sonido bastante bueno y allí fui. No imaginaba que iba a causar tan buen rollo. La plaza es muy grande, salió mucha gente. Fue tremendo. El sonido daba la sensación de que estaba cantando en una plaza de toros. O en un estadio. Fue una buena forma de salir de la rutina. Empezaron a llegar mensajes a través de Facebook, me enviaron fotos, vídeos… Lo repetí dos semanas después y, de nuevo, fue un éxito. Una experiencia muy bonita. Fueron todo versiones porque aún no habíamos sacado ninguna canción.

Tras su experiencia en el mundo de la música, ¿qué consejos recibes de tu padre?

Mi padre está muy encima. Le gusta muchísimo ver cómo progreso en el mundo de la música. Es un crítico exigente del que me puedo fiar. Su experiencia me ayuda mucho. Desde el principio, mi padre me ha enseñado a ser realista, me ha hecho ver lo complicado que es todo este mundo de la música. Pero también me ha enseñado a valorarme, a creer en mí, a no abandonar a la primera de cambio, a luchar por lo que me gusta, pese a lo que pueda venir en contra.

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Si la pandemia lo permite, el calendario de conciertos que tiene delante David de Paloma es apabullante. Y, ahora sí, podrá ir interpretando los temas que ya ha publicado. Ha grabado unas siete canciones más e irán siendo publicadas a lo largo de los próximos meses. El próximo single saldrá el 16 de julio en YouTube, Spotify y en un buen número de plataformas digitales. Se trata de La pareja del año, una versión de un súper hit muy actual llevado al flamenquito. Sus conciertos en la glorieta de las Amazonas le dejaron tan buen sabor de boca que a David le encantaría tocar un concierto en Valdemoro. Necesitamos música. Ritmo. Melodías. Y me encanta saber que hay músicos viviendo entre nosotros.

Entrevistas

Entrevista con Gonzalo Monzón Rodríguez

La mayoría de los individuos necesitamos contar nuestra historia tanto como hacer planes para el día siguiente o para los próximos diez años. Aunque solo vivimos el ahora (es lo único que tenemos casi, casi garantizado), en ese ahora conviven constantemente el pasado, el presente y el futuro. De la misma forma, todo grupo humano necesita contar su historia. Las tribus humanas más primitivas tenían ya a una persona (a veces, a varias) que asumían esa tarea. Los elegidos solían tener buena memoria, gran imaginación o, sencillamente, eran más amenos o más interesantes que los otros miembros de la tribu.

Hoy en día, tenemos especialistas que cuentan y revisan constantemente nuestra historia: periodistas, historiadores, filósofos, escritores, académicos, directores de cine… Son muchos y, aun así, no dan abasto. Hay tantas historias que contar. Por eso, además de todos esos profesionales, siempre surgen figuras que asumen la responsabilidad de recopilar y contar recovecos de historias locales que ayudan a completar una imaginaria, pero inabarcable, historia universal. En España, como en el resto del mundo, en los pueblos pequeños o en las pequeñas comunidades, siempre surge una persona que se interesa más por recuperar y transmitir la historia de la localidad. De la misma forma que, en casi todas las familias, siempre hay alguien más interesado en estudiar el árbol genealógico o en recopilar anécdotas de nuestros antepasados.

Gonzalo Monzón Rodríguez, ingeniero industrial en la especialidad de electrónica, todavía no se explica cómo ni por qué decidió comenzar a estudiar, recopilar y escribir sobre la historia de su pueblo, Villarrubia de Santiago (Toledo). El caso es que empezó con un blog sobre la historia del pueblo, continuó con otro blog en el que recopilaba noticias de sociedad relacionadas con la misma localidad y empezó otro sobre numismática. Gonzalo no se quedó ahí. Descubrió una pasión que le llevó a continuar el camino empezado. Gonzalo se mudó a Valdemoro en 1998. Desde entonces, ha ido descubriendo muchas cosas sobre la historia de nuestra villa. Por eso, decidió abrir dos blogs más sobre Valdemoro, uno sobre su historia y otro en el que recopilaba noticias de sociedad. Sus blogs tienen muchas visitas y Gonzalo recibe numerosas consultas que le animan y le empujan a seguir investigando. Este mes, hemos tenido la suerte de poder entrevistarlo para nuestra revista.

Me gustaría que, con todo el lirismo posible, comenzaras esta entrevista hablándonos de tu infancia en Villarrubia de Santiago, el pueblo que te vio nacer.

Mi infancia en Villarrubia de Santiago la tengo grabada en mi mente con muchísimos buenos recuerdos e imborrables anécdotas. Hay fechas concretas que provocan emerger y recuperar entrañables sensaciones y sentimientos; la celebración cada año de las fiestas patronales y su romería “La Bajada”, San Marcos, Los Mayos, Semana Santa o sencillamente los veranos, fechas estivales en que el pueblo incrementaba su alegría, con la llegada de muchos más amigos durante esos geniales y memorables meses. Pero a ello se añade otra de las características de Villarrubia de Santiago, el orgullo de ser conocidos por recibir a todos sus visitantes con los brazos abiertos y una actitud de confianza y amistad sin necesidad de previas presentaciones. Cualquiera que haya vivido en un pueblo, sobre todo de niño, ha podido experimentar esa sensación de libertad, incomparable con grandes municipios. Creo que esas pequeñas fracciones de vida quedan grabadas en la memoria y sin duda, nos marcan como personas.

¿Cuándo decidiste comenzar a contar la historia de Villarrubia de Santiago?

Fue a principios del año 2013, coincidiendo con la apertura del blog. Cuatro años más tarde, en enero de 2017, decidí poner la misma dedicación en el estudio de la historia de Valdemoro.

Un blog sobre Villarrubia de Santiago que desembocó en un libro. Háblanos de tu pueblo. ¿Qué hechos históricos de la localidad destacarías?

Aunque son muchos e importantes los que te podría anotar, son tres temas los que siempre han despertado mi curiosidad y sobre los que he intentado recopilar más información: una historia, un libro y un lugar. Primero, la historia de Lucrecia de León y la cueva de Sopeña. Aunque aún se desconoce la ubicación de dicha cueva y hay quien duda de la veracidad de lo sucedido, son muchos los datos que investigadores de toda España han ido aportando, dando luz a los acontecimientos. En segundo lugar, la copia más antigua de España del Kitab al-Tafri (aplicaciones del derecho islámico), un manuscrito que apareció casualmente un 15 de marzo de 1787 durante unas obras en la iglesia del municipio y que conserva un colofón fechado exactamente 375 años antes. Finalmente, la cueva de la Yedra, un enigmático lugar cuya función original es desconocida y que ha abierto debate entre expertos. Se dio a conocer en toda España por su difusión en un conocido programa televisivo de misterio y se está trabajando para posibilitar su apertura a visitas.

¿Nos puedes contar un poco la historia de Lucrecia de León y la cueva de Sopeña?

Es complicado resumir los hechos. Su historia se centra a finales del siglo XVI. Lucrecia de León, desde niña, tenía una capacidad visionaria basada en sueños proféticos. Coincidió con Miguel de Piedrola, descendiente y último heredero de los reyes de Navarra, quien, supuestamente, también tenía sueños proféticos que pronosticaban la desaparición del linaje de la Casa Real española. Piedrola, a su vez contactó con Alonso de Mendoza y Lucas Allende. Alonso de Mendoza, miembro de una familia de grandes de Castilla, y contrario a la política del rey Felipe II, aprovechó la fama de Lucrecia, difundiendo los sueños de esta que más servían a los intereses de los Mendoza. Junto a Fray Lucas de Allende, nacido en Villarrubia de Santiago, cuya familia era propietaria de numerosos terrenos, reclutarían a Lucrecia de León, quedando Allende a cargo de su dirección espiritual, además de tener la tarea de ir escribiendo en papel los sueños de Lucrecia. Entre los sueños de Lucrecia, serían dos los más destacados: uno, la muerte, y el lugar donde acaeció, de la reina Ana de Austria camino de Lisboa; otro, el profetizar el desastre de la Armada Española frente a las costas inglesas, sueño por el que pasaría a la historia. A continuación, profetizó la invasión de España, indicando que los supervivientes de la Corte se esconderían en una cueva llamada de Sopeña y desde allí se iniciaría una nueva reconquista de España. Don Alonso de Mendoza constituye la Congregación de la Nueva Restauración, extraña hermandad compuesta por su grupo de seguidores entre los que contaba con varios villarrubieros. Lucrecia cayó enferma y sus seguidores empezaron a trabajar en Sopeña, el refugio que vio en los sueños, el cual, aunque se desconoce su ubicación, se sabe que estaba junto a unos riscos que daban al Tajo, cerca de Villarrubia. Mendoza empezó a dirigir los preparativos para transformar varias cuevas en refugios de supervivencia, agrandando las cuevas. Su correspondencia confirma la compra de provisiones, junto con diversos adornos religiosos para una capilla de pequeñas dimensiones que, según se dice, fue diseñada por Juan de Herrera, quien además dirigió las obras (la iglesia del municipio es diseño de Herrera). Felipe II, harto de tanta conspiración, hace entrar en escena a la Inquisición. Lucrecia, Mendoza y fray Allende fueron detenidos y encarcelados en Toledo. El proceso duró unos cinco años. Lucrecia fue sometida a tortura varias veces, pero no se consiguió apenas nada. Solo, en una ocasión, dijo que los sueños habían sido una mentira creada por Mendoza y Allende. Lucrecia, junto con el resto de conspiradores, fue declarada culpable de blasfemia, falsedad y sacrilegios, así como de sedición. Por supuesto, también la condenaban por hacer un pacto con el demonio. Tras sufrir un auto de fe público, fue castigada a una pena muy suave, teniendo en cuenta que el mismísimo rey iba contra ella, demostrándose el apoyo que había conseguido Lucrecia en la Corte. Al salir de prisión, su familia la había abandonado y se encontraba sola con una hija pequeña que nunca había visto la luz del sol. Tras ingresar en varios hospitales, su huella se pierde al ganar la libertad.

Es una historia apasionante. Entiendo que, a partir del blog, surgió la idea de la publicación del libro Villarrubia de Santiago. Historia y futuro, que firmas junto a J. Nicolás Ferrando. Háblanos del libro y de su repercusión.

Aunque ya tenía en mente algunas ideas, la publicación del libro fue una sorpresa para mí. Un día, en 2018, recibí una llamada de teléfono de Nicolás, editor y escritor de numerosos trabajos. Había visto el blog y me propuso la posibilidad de cooperar para sacar a la luz un libro del municipio. La idea era aparentemente sencilla. Alrededor de la historia de Villarrubia ya se habían publicado algunos libros de diversa índole: fotográficos, hablando de sus calles… Pero nuestro libro englobaría, lo más ampliamente posible, toda su historia, incluyendo personajes, tradiciones, lugares y añadiendo además una muestra de su presente y futuro necesario.

Háblanos ahora del blog que dedicas a la historia de Valdemoro. ¿De qué has hablado hasta la fecha? ¿Qué retos diferentes se te han planteado con este blog?

El formato del blog de la historia de Valdemoro es muy similar al de Villarrubia de Santiago: lugares de interés, tradiciones, personajes, textos de referencia… dividiendo los hechos históricos entre los acaecidos antes de Vallem Maurii (antes de aparecer ninguna referencia escrita sobre Valdemoro) y después de Vallem Maurii. Los retos están siendo mayores, ya que cada vez más personas me están pidiendo información sobre distintos datos y momentos históricos.

Entiendo que también te gustaría publicar un libro sobre Valdemoro. ¿Tendría una estructura similar a tu primer libro?

Exacto. Tengo en mente componer y dar vida a un libro sobre Valdemoro, pero basado únicamente en su historia. Por otro lado, mi idea, a día de hoy, es publicarlo en solitario. Cooperar en la edición de un libro requiere unos tiempos, unas dinámicas y unos desarrollos para los que, en la actualidad, no tengo tiempo.

¿Qué partes de la historia de Valdemoro te llaman más la atención?

Para mí, los años más interesantes de Valdemoro estarían englobados dentro del siglo XVII, empezando ya en 1602, cuando el duque de Lerma se convierte en benefactor de la villa aprovechando que es lugar de paso en los desplazamientos de Felipe III hacia Aranjuez y consiguiendo para la villa el Privilegio de Feria en 1603. Son años de esplendor que conllevan la construcción de edificaciones y servicios emblemáticos, como la fuente de la Villa, la Iglesia, el convento de las Clarisas, el pósito de trigo, un colegio, un hospital… Posteriormente, en ese mismo siglo, Valdemoro sufre unos años de crisis, pero Carlos II hace que el municipio recupere su importancia, construyéndose más servicios, como hospitales, colegios y ermitas…

Creo que también te gustaría publicar otro libro sobre Villarrubia de Santiago. ¿Qué te gustaría abordar en ese segundo volumen sobre tu pueblo?

Me gustaría hacer un trabajo lo más amplio posible, centrándome en sus gentes, tanto a nivel de grupos de sociedad de distintas épocas como de personajes con nombres propios (autóctonos o foráneos) que hayan intervenido de forma destacable en la vida del municipio.

Por último, me gustaría que nos hablaras de tu pasión por la numismática y de tu blog sobre dicho tema.

La verdad es que, primeramente, siendo muy pequeño, mis comienzos con el coleccionismo fueron con la filatelia y fue ya con más dieciocho años cuando comencé con la numismática, pero únicamente en el apartado de monedas. Concretamente, mi afición la baso, en muy poca medida, en el apartado de clasificación, nomenclaturas, etc., centrándome en la parte histórica y descriptiva, ya que, gracias a la numismática, podemos conocer distintos e interesantes datos de las sociedades en el transcurso del tiempo, como, por ejemplo, su política, arte, epigrafía, simbología, iconología o, sencillamente, los intercambios y economía de los pueblos. Sinceramente, a veces me desconcierta mi afición y curiosidad por la historia, cuando pienso en lo poco que me gustaba en mi época de estudiante.

Blogs de Gonzalo Monzón Rodríguez

http://historiadevillarrubiadesantiago.blogspot.com/

https://villarrubiadesantiago.blogspot.com/

http://historiadevaldemoro.blogspot.com/

http://sociedadvaldemoro.blogspot.com/

http://numismaticosycoleccionistas.blogspot.com/

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A Gonzalo Monzón Rodríguez todavía le sorprende su afición y curiosidad por la historia. Debido a su iniciativa y a otras similares impulsadas por otros valdemoreños, en el Valdemoro del presente, en el Valdemoro que solo vive el ahora, conviven, a salvo, su presente, su pasado y, gracias a ambos, su futuro.

Nombres propios

Ander Herrera

Liga SmartBank – Segunda División – Temporada 2021-2022

Sexta jornada: Real Zaragoza 1 – Real Sociedad B 1

DECIMONOVENOS

Pocos verían épica en el nacimiento de mi zaragocismo: mi padre escuchando la retransmisión de los partidos en Radio Zaragoza, una camiseta blanca y los domingos en la Romareda. Mi padre disfrutaba los goles cantados por Paco Ortiz. Contaba siempre que, en uno de sus viajes en el camión, camino de Barcelona, en una de estas retransmisiones, el Real Zaragoza marcó un gol justo antes de atravesar el túnel del Bruc (1111 metros de longitud, en puerto de montaña, con esos camiones que tardaban seis horas de Zaragoza a Barcelona). Mi padre perdió la señal a la entrada del túnel y, cuando la recuperó, a la salida del mismo, Paco Ortiz seguía cantando el gooooooooooooooool. Mi madre me compró una camiseta blanca de algodón, de manga larga, en la mercería del barrio. Luego fuimos a Copy a comprar el escudo del león y tuve que elegir un número, el seis, el que llevaba Violeta (mis pobres habilidades futbolísticas le hicieron flaco favor). Mi padre fue socio del Real Zaragoza. Los domingos me llevaba con él. Después de comer, nos íbamos al bar Artigas (calle Pamplona Escudero, 31). Allí, mi padre compartía conmigo el mundo de los hombres: café, copa, faria y partida de guiñote con su amigo Antonio Ruesca (yo me sentaba a un lado con un batido de chocolate). Luego, íbamos juntos al campo. Mi padre me decía que no me despistara. Yo me agarraba a su mano y la multitud me llevaba en volandas. Entraba gratis, pero siempre había un asiento para mí. Junto a mi padre.

Si con estos sencillos mimbres se tejió mi lealtad zaragocista, imagínense qué podemos esperar de Ander Herrera. Tres años antes de nacer, su padre, Pedro Herrera Sancristóbal, ganó una Copa del Rey con el Real Zaragoza. Un uno cero, contra el Barça, en el Vicente Calderón en un partido reñidísimo. Gol del uruguayo Rubén Sosa en saque de falta, en el minuto 34.

Ander Herrera se formó en el Real Zaragoza. Ganó con el equipo el campeonato de España (Alevín fútbol 7) en 2001, siendo reconocido como el mejor jugador del torneo. En 2005, volvió a ganar el campeonato de España en la categoría de cadete. Formó parte del Real Zaragoza (su primera temporada con el primer equipo) que ascendió a Primera División en 2009. Ese julio firmó un contrato de cuatro años, pero, en enero de 2011, los problemas económicos del club obligaron al Real Zaragoza a venderlo al Athletic de Bilbao por ocho millones y medio de euros, cantidad que, según los medios, evitaron el colapso del club.

Me encanta que un futbolista que ha sido apoyado por aficiones como las del Bilbao, Manchester United y París Saint-Germain quiera seguir formando parte del equipo que lo vio nacer como futbolista. Lo queremos. Ojalá el Real Zaragoza pueda darle más satisfacciones en un futuro no muy lejano.